Se llama Angel Salgado y es miembro de una familia de gran tradición en el empresariado cacereño. A él y a su mujer, presidenta del Don Frío de baloncesto femenino, les gusta el deporte. Pero, aparte de ello, cada año ponen un buen puñado de dinero para que sobreviva el club. Cierto es que una hija del matrimonio, Jara, juega en el equipo. No es eximente este factor, bajo mi punto de vista. Lo que hace el empresario del sector de pescadería (como en su día hiciera el gran ´Quico´ Rodríguez con el fútbol sala) tiene un mérito increíble. Las ayudas públicas no llegan para cubrir gastos y el bolsillo de Salgado está ya un poco harto de poner pasta. Contados son los casos que, en Extremadura, se permiten esta pequeña-gran licencia, por lo que el gesto es motivo de aplauso. Más de uno podría imitarle. Durante los últimos años, empresarios de Cáceres y Extremadura se han visto favorecidos y no han aportado un solo duro al deporte regional. Ellos sí. Saludable diferencia.