Con los brazos estirados y los dedos de director de orquesta, miles de tifosi se movieron a los acordes de la Marcha Mamelli, sí, pero no por Ferrari, sino por Toro Rosso, la antigua Minardi, ese taller con solo 180 personas radicado en Faenza. Sebastian Vettel transgredió toda la jerarquía de la F-1, se saltó todos los récords de edad y se adueñó de un triunfo cargado de mérito y talento con el que arrebató tres récords de juventud a Fernando Alonso en un mismo fin de semana.

Curiosamente, el asturiano fue el primero en felicitar a su sucesor --"se lo merece"-- tras finalizar cuarto, satisfecho de haber superado a Toyota en el mundial de constructores, orgulloso de batir a Felipe Massa, Lewis Hamilton y Kimi Raikkonen, los náufragos de un Gran Premio de Italia pasado por agua.

"Salir primero tiene la ventaja de ver mucho mejor. Por eso pude distanciarme de Heikki Kovalainen". Vettel echó así un cable a quien debería haber ganado la carrera al volante de un McLaren, a quien se esperaba que atacara a Vettel cuando el coche de seguridad se retiró tras una salida neutralizada de dos vueltas.

Ahí comenzó la tremenda demostración de consistencia de Vettel y la confirmación de la impotencia de Kovalainen. Con un coche igual al del finlandés, Lewis Hamilton inició su remontada en un recital de adelantamientos, algunos rozando los malos modos, como cuando se abrió para echar a la hierba a Timo Glock y Mark Webber. Partió decimoquinto, justo por detrás de Kimi Raikkonen, que no aguantó el ritmo del inglés. Adelantó a Coulthard (vuelta 1), Fisichella (9), Raikkonen (11), Heidfeld (13), Glock (15), Kubica (16), Alonso (18), Trulli (22) y Rosberg (23) y se situó segundo tras Vettel porque Kovalainen, Massa y Webber habían parado a repostar y cambiar ruedas. Todos habían vuelto a poner neumáticos de lluvia extrema porque, aunque la pista se estaba secando, el pronóstico era que llovería más.

CONSERVADOR McLAREN La gasolina se acababa, Hamilton se acercaba a la vuelta 27 y en McLaren optaron por no tomar riesgos. El inglés había pagado muy caro --con el 15º puesto en la parrilla-- su idea de montar neumáticos mixtos en la calificación. El error escocía y optaron por imitar la decisión de Massa, su gran rival al título. Montó gomas de agua extrema y perdió, no solo el segundo puesto, sino la ocasión clara de ganar porque Vettel ya había hecho su primera parada y había colocado neumáticos de lluvia.

No tardó en darse cuenta del error. Dos giros más tarde, Nick Heidfeld sí montó neumáticos mixtos y en su primer giro en pista, cargado de gasolina hasta atrás, batió el parcial del primer sector que había marcado Vettel. Era la noticia que esperaba Fernando Alonso mientras alargaba al máximo su entrada en el garage, para no errar en la elección. "Llevábamos varias vueltas hablando continuamente con el equipo por radio. Yo creía que ya estaba para mixto, pero esperamos a Heidfeld", desveló el asturiano. Montó mixto, pero usado, porque con el desgaste el neumático pierde el dibujo y se convierte en un slick, más rápido aún que el neumático de seco rallado. "Finalmente acertamos, y con los neumáticos prácticamente lisos al final, volábamos". Si la carrera dura dos vueltas más hubiera llegado al podio. "Mi objetivo claro era Robert Kubica, porque era mucho más rápido". Casi un segundo nada menos.

ALONSO, POR DELANTE No llegó al podio, pero el acierto con las gomas, le permitió perder de vista a los Toyota de Jarno Trulli y Timo Glock, con los que batalló durante la primera parte de la carrera, le posibilitó adelantar a Nico Rosberg y Mark Webber, que habían arrancado por delante.

Y, sobre todo, se dio el gustazo de superar a los favoritos al título, a Massa, bloqueado por el miedo --no adelantó a nadie--, a Hamilton, demasiado nervioso, a Raikkonen, con su versión más triste. Todos, uno por uno, fueron pasando por su garaje para montar neumáticos mixtos. Todos por detrás de Alonso, y lejos, muy lejos, del benjamín Vettell, el niño que ya bebe champagne.