El fútbol es injusto por naturaleza. Es un sinónimo de la vida reducido a un terreno de juego. Trabajo y esfuerzo no siempre garantizan el éxito, aunque nos vendan lo contrario. El deporte rey, en muchas ocasiones, genera sueños utópicos. En otros casos, el destino hace despertar y caer de la nube. Fran, Germán y Álex saben de qué va esto. Calamonteños sin suerte.

Fran Moreno (09/09/1978) es leyenda inmortal del fútbol local. A los 23 años dejó a su gran amor. «Iba corriendo y me seguía el defensa, de repente sonó un latigazo. En principio pensé que había sido un golpe, pero era el sonido de los isquios rompiéndose», narra. Ahora es repartidor express y sigue haciendo patria de su Calamonte natal.

Germán Mazo (14/05/1986) también despertó de su sueño. El fútbol o la formación. «Tenía muchas roturas fibrilares en el bíceps femoral. Me recuperaba y volvía a romperme. En la vida hay que priorizar y cuando sabes que del fútbol no vas a comer por las lesiones, hay que saber parar», explica este licenciado en Magisterio y en Ciencias del Deporte. Calamonteño, residente en Mérida, que da clases en el Colegio Diocesano de Cáceres.

Alejandro Galán (22/04/1992) jamás imaginó que un reconocimiento laboral le iba a golpear tan fuerte. «Me llamaron porque tenía un problema renal, perdía demasiadas proteínas al orinar. Así se acabó el fútbol para mí. Hace un mes me han trasplantado un riñón de mi padre, que me ha dado la vida por segunda vez», indica el excentral del Calamonte.

El fútbol no solventó una duda a estas tres leyendas del fútbol rabuo. Moreno se formó en el Nueva Ciudad de Mérida y logró un ascenso a Tercera con el Calamonte. Mazo fue canterano del Mérida, probó suerte en el Albacete y también pasó por Imperio, Badajoz o Coria, entre otros. Galán también pasó por la cantera romana y jugó en Tercera con el equipo blanco.

La gran duda

«La vida se ha portado muy mal conmigo. Mi lesión se convirtió en psicológica, cada vez que jugaba tenía miedo de volverme a romper. Me hubiera gustado saber dónde podría haber llegado, porque tenía talento», confiesa Moreno, que llegó a realizar la pretemporada con el Jerez de Vázquez Bermejo en Segunda B. Delantero rápido con mucho gol. Fuego. «Sé que sin las lesiones, estaría viviendo del fútbol. No tengo ninguna duda. Carlos David, del Huesca, era compañero mío en el Mérida y siempre me dice que yo era mejor. Al final, yo puse todo mi esfuerzo en el fútbol y no pudo ser, no hay que darle más vueltas», explica Mazo. Central con gran técnica. Compañero, entre otros, de Javi Chino en la selección regional.

«Siempre queda la espinita de dónde hubiese llegado, pero siempre diré que si hubiese nacido en otra región quizás habría tenido más oportunidades. Pongo el ejemplo de Borja García, con el que coincidí en el Mérida; si él hubiese sido de Madrid, seguro que estaba en Primera», manifiesta Galán. Central, gran salida de balón. Rápido y contundente. Si volviesen al pasado, el trío sí cambiaría cosas. Más compromiso, más profesionalidad, con vistas a un futuro mejor. «Me arrepiento de no haberme tomado los entrenamientos más en serio. Iba a pasar el rato con mis amigos. Llegaba y no calentaba», lamenta Fran Moreno, mientras se emociona al recordar esa etapa pasada. Puro mambo.

«Me cuidaba mucho. No salía, no bebía, siempre intentaba hacer lo mejor. No me arrepiento de nada, pero quizás debería haber buscado un profesional para tratar mis lesiones. Ya no se puede volver atrás», reflexiona Mazo, que llegó a tener una aventura en un club humilde de Manchester, cuando se formaba académicamente en Inglaterra. «No creo que cambiase nada, siempre me tomaba los entrenamientos de forma muy seria, sabía que me ayudaría para rendir mejor en los partidos. Quizás sí saborearía más los momentos previos al partido, echó mucho de menos esos nervios. Es tontería mirar atrás», reconoce Galán. Jugón.

La lesión de Fran Moreno finalmente fue en gran parte psicológica. Estuvo a punto de retornar hace dos años, pero en el último momento se echó atrás. Ahora vuelve a dudar. «Ya tengo 39 años y físicamente no sé si aguantaría 90 minutos, pero sé que tengo calidad para jugar. Mentalmente estoy preparado y si me llaman para jugar en Segunda División Extremeña, quizás vuelva», confirma. Veterano de guerra.

Álex tiene el alta para poder jugar. El problema: el miedo de su familia. «Sí, podría volver a jugar. Tengo el alta para ello, pero no voy a hacerlo. Ahora tengo un riñón que me ha dado mi padre y no quiero que mi madre sufra en cada partido o entrenamiento por un posible golpe. Por ahora, ni me planteó volver», resume el central. Ha vuelto a nacer.

Sigue disfrutando a su manera. «Ahora veo más fútbol que nunca. Hay veces que pienso que me estoy volviendo loco. Lo mismo veo un partido de primera como otro de una liga desconocida. Y bueno, los partidos del Calamonte los veo todos. Lo mejor que me ha dejado el fútbol son los amigos, de eso no tengo duda», asegura Galán. Muy querido.

Germán tampoco piensa volver. El que fue canterano del Albacete disfruta. «Estoy en un equipo de amigos, jugamos los domingos. Sigo teniendo lesiones, por eso no vuelvo. Y tampoco me veo preparado para asumir una rutina de entrenamiento. Quiero ser entrenador en categorías inferiores, me gustaría orientar a los jóvenes», cuenta el profesor del Diocesano de Cáceres.

Incansable. «Ahora estoy con un máster, me faltan dos asignaturas y el trabajo final. También quiero sacarme el C2 de inglés como reto personal. Es lo que elegí y lo que me gusta», admite Mazo. Tres generaciones, tres vidas, un mismo amor no correspondido: el fútbol.

Lo importante, son felices. Despertaron para vivir.