No sabéis lo afortunados que sois la gente que podéis seguir yendo a trabajar y con vuestra rutina diaria. Tenéis el privilegio de salir de casa, os relacionáis con más gente… espero que con guantes y mascarilla y respetando la distancia de seguridad. Está claro que nunca llueve a gusto de todos y el que va a trabajar se quejará diciendo que vaya morro tienen los que están en casa… o que ya le podían decir en su empresa de irse con los suyos… ¡Ojalá pudiéramos nosotros seguir entrenando y jugando!

Dicen algunos psicólogos que es bueno vestirse y arreglarse por la mañana en estos días de confinamiento para tener la sensación de que vas a trabajar, que tienes un horario… pero yo por más que me visto en casa de jugador de baloncesto, con la equipación completa del Cáceres, calentadores, calcetines y zapatillas de jugar… hasta que no me pongo a escribir la columna no me siento jugador.

El hecho de escribir la columna hace que todavía me sienta jugador de baloncesto, sobre todo cuando escribo acerca de los días de partido o el día a día en los entrenamientos. Todavía no he escrito sobre los viajes, la vida dentro de un equipo profesional ni sobre el día después de un partido. Para meternos en el papel y con todos mis respetos a Castellón, que era el partido que teníamos ayer, no voy a escribir sobre el día después de un partido perdido. Bastante tenemos ya con este «encierro» como para que nos pongamos a leer el periódico y veamos que el Cáceres perdió ayer, así que, lo siento, pero no. Hemos ganado.

Nada más acabar el partido nos reunimos en el centro de la pista. Ahí nos soltamos un poco, un par de gritos y decimos alguna «gilipollez». Ah, se me olvidaba: también azotamos a la mascota. Es ya un ritual después de cada victoria. Como normalmente jugamos los viernes por la noche, Mario siempre nos tiene puesto en el planning que entrenamos el domingo por la tarde. Yo creo que lo hace para que no bajemos la guardia. En el corrillo es cuando ideamos la táctica para hacerla en el vestuario y convencerle de que tiene que quitar el entreno. Casi siempre decimos lo mismo: «Mario, que hemos ganado y estamos reventados, tío, necesitamos descansar…». Es cierto que es el número uno gestionando las cargas y junto con Dani, el fisioterapeuta, nos cuida de una manera excelente todo el aspecto físico.

Tras el corrillo aplaudimos a la afición y le agradecemos todo el apoyo. Intentamos devolverle todo el cariño dejándonos la piel sobre la pista cada segundo que estemos en ella. Otro día hablaré de los momentos que hay justo al acabar un partido, con la llegada a vestuario incluida, etcétera.

En uno de los últimos desayunos en día de partido en la cafetería Neptuno estaban Luis y Dani, que son sus dueños. Son muy aficionados y unos buenos ‘frikis’ del Cáceres Basket, pero muy buena gente, que es lo importante. Se acercaron y se apostaron con nosotros que nos invitaban a desayunar después de cada victoria. Afortunadamente se estaba convirtiendo en un ritual y ya hubo algún comentario en el vestuario tipo «tenemos que ganar para ir al Neptuno a desayunar…».

El día después de ganar no era solo eso, pero es lo que más echo de menos: compartir un desayuno con los compañeros que poco a poco se fueron convirtiendo en amigos para finalmente ser tus hermanos.

Hoy no podremos desayunar allí… #YoMeQuedoEnCasa.