Caminaba el partido de Copa Federación entre el filial del Extremadura y el Calamonte por el minuto 89 del pasado domingo cuando en mitad del centro del campo, con la pelota en juego en una posición lejana, una figura se derrumba de repente. Cae fulminado al suelo y queda inmóvil sobre el césped del Francisco de la Hera. Diego Barrena, capitán del Calamonte, acaba de desplomarse sobre el suelo y no se mueve, a pesar de los intentos de sus compañeros por reanimarle.

Los preparadores físicos y algunos familiares saltan corriendo desde la grada al campo. No hay servicios sanitarios en el recinto, un eterno problema en los campos de fútbol. Desde la megafonía, con rapidez, se pide la presencia de algún médico o enfermero que pueda realizar la primera observación. Mientras, Diego sigue inmóvil. Tendido. Sin respuesta. El pánico se extiende hasta la grada con un silencio aterrador. Los utilleros del Extremadura sacan rápido la camilla para evacuar al futbolista. La llegada de los servicios sanitarios, todo hay que decirlo, es muy rápida. Han pasado diez minutos, casi una eternidad, y Diego es sacado entre aplausos. Parece que mueve el brazo y eso tranquiliza al respetable.

"No recuerdo absolutamente nada. Sólo que fui con mis compañeros a jugar al Francisco de la Hera y nada más. De la jugada, en absoluto". Diego ya descansa en su casa de Calamonte, junto a su familia, recuperado del susto. Pese a ser evacuado en ambulancia consciente, volvió a perder el conocimiento dentro de la misma, pero fue reanimado ya en el hospital Tierra de Barros. Allí se sometió a múltiples pruebas que dictaminaron que había sufrido un síncope vasovagal, una de las formas más comunes de un desmayo. Pero conociendo los precedentes futbolísticos, el susto fue monumental. "Sobre todo para mi familia. Me han contado cómo lo vivieron y la verdad es que pone los pelos de punta. Esperemos que no sea nada".

CALMA Fue dado de alta a las tres de la madrugada con resultados satisfactorios. Nada de gravedad, en principio. Hoy, en Badajoz, se somete a una prueba de esfuerzo para ver si tiene o no alguna deficiencia cardiaca. De momento, los médicos le han apartado del fútbol, "mi único vicio", asiente.

El capitán calamonteño, de 29 años, ha recibido innumerables mensajes de ánimo durante las últimas horas a través de las redes sociales y procedentes un sinfín de clube y aficionados que han seguido de cerca su evolución. Aunque dialoga con presunta tranquilidad, es consciente del aviso tan importante que le ha dado el fútbol. Confía en volver pronto, aunque de momento celebra quedase en susto.