La frase corresponde a una de las cientos que se pueden escuchar en la película Campeones, en la que discapacidad intelectual, deporte y humor se estrechan y de qué manera las manos, cargadas todas ellas de subliminares mensajes. Enseñar a jugar al baloncesto a personas con capacidades ‘disminuidas’ es el reto, ese deporte también llamado ajedrez en movimiento y solo al alcance de los ‘muy capacitados’. Un quejicoso e imposible reto para el protagonista, ficticio entrenador del laureado club profesional Estudiantes y condenado judicialmente a tal trabajo social por comportamiento incívico. ‘Difícil, pero no imposible’ es la respuesta a éste por parte del anciano y voluntario tutor de estos especiales aspirantes a jugadores del deporte del balón y el cesto.

Decidí así titular e igualmente decidí viese este artículo la luz sin la lectura previa por parte de la persona conmigo conviviente, algo esto siempre preceptivo en todas mis apariciones públicas. Para no verme influenciado por una persona vinculada laboralmente durante sus últimos quince años a este colectivo, perteneciente a la Asociación para la Integración de las Personas con Discapacidad, ASINDI Plena Inclusión Alcántara, la cual en el presente cumple justamente el doble de ellos de existencia. Ahí es nada. Más ahí es nada, si cabe, si su localización se encuentra en la localidad posiblemente más pequeña de España con este tipo de instituciones, en forma de centro integrado de servicios al sector. Institución declarada de interés público, y fruto de larga lucha de unos familiares que en sus inicios entendieron que aún tratándose de un reto difícil, no tenía que ser imposible. Esta mujer conmigo conviviente que se marchaba voluntariamente semanas con ellos a la playa y quedaba al hombre de la casa al cargo de la misma y de sus hijos biológicos. No sobrados ninguno de tiempo. Una situación difícil, pero no imposible, vista así por parte de los dos desde el principio.

Como también decidí ver en primer lugar esta exitosa película en soledad, para no verme contagiado de su presencia. Luego volvería a verla con el pretexto de acompañarla. En realidad necesitaba verla de nuevo. Lo conseguido con la producción de esta extraordinaria joya cinematográfica va mas allá de lo puramente cinematográfico, valga la redundancia. De lo puramente económico, de lo puramente ocioso. Se trata de una bofetada en toda regla a la fea costumbre de estigmatizar socialmente. Son 120 minutos de constante rebusco en lo más profundo de los prejuicios y miserias del ser humano ‘normal’, siempre con un tono jocoso, didáctico y humanitario.

De flagrante escasez esto último. Es más que posible que mi compañera no comparta este artículo, pues opina que el foco deslumbra más que alumbra. Es más de trabajar en la sombra. Todo lo contrario que el inicialmente equivocado entrenador-protagonista. Ella y ‘sus otros hijos’ no biológicos me han enseñado que en la vida hay que ser valiente. La película lo reafirma: el miedo es la peor de las discapacidades. Sé valiente, amigo lector. Para el ritmo de tu acelerada vida e invierte dos horas de tu tiempo. Te guste o no el baloncesto. Saldrás si no nuevo, al menos con un buen reseteado. ¡Que lo disfrutes!