El Barça se acostó el sábado hecho una piltrafa, con la moral tocada y sintiéndose dejado de la mano de Dios, con tanta desgracia junta. Al empate en San Mamés y la pérdida del liderato ante el Real Madrid, le siguió un golpe más duro. No hay nada que le duela más a un culé que ver cojear a Messi. Sí, hay algo peor. Verle cubriéndose el rostro con las manos, un gesto de desesperación que siempre es mala señal. En el peor momento, con Inter y Real Madrid a la vista, al Barça se le echó el mundo encima.

Quizá por eso, porque todo parecía demasiado negro, ayer, de repente, al equipo se le iluminó la cara en cuanto cayó en sus manos el parte médico de Leo. No hay que darle por perdido. Todavía no. Y desde luego no se le va perder por mucho tiempo. Y esa pequeña esperanza ya es mucho, aunque por dentro Messi debe darle vueltas a una cuestión: jugar o no jugar mañana.

Es difícil, pero no imposible. La cuenta atrás está en marcha y cada hora cuenta. De hecho, en cuestión de horas, todo ha cambiado. El sábado, en San Mamés, Messi era un poema. Tenía una bolsa de hielo en la pierna izquierda, pero por dentro sentía que no había nada que hacer, que ese aductor tenía muy mala pinta. Y esa impresión acompañó a la expedición azulgrana toda la madrugada de regreso a Barcelona. Hubo incluso voces que lanzaron al aire pronósticos terribles, sumando semanas e incluso meses. Un drama.

´IBRA´ JUGARA Y así, con el ánimo por los suelos, se levantaron ayer un montón de culés . ¿Jugará el martes? ¿Y el domingo? ¿E Ibrahimovic? Eran las preguntas del día y nadie tenía una respuesta clara. Ni siquiera en la Ciudad Deportiva. Bueno, ahí sí tenían la certeza de que Ibra jugará. Eso se da por hecho por más que el informe médico mantenga la incertidumbre pese a constatar que se han producido "signos de mejoría los isquiotibiales".

El sueco volverá a estar mañana frente a su querido Inter. Frente a Mourinho, frente a Eto´o, que ayer aterrizó en Barcelona en son de paz. Ha dicho que no celebrará los goles, no que no vaya a marcarlos. Ibra llegó al Camp Nou en busca de la gloria europea y, curiosamente, el campeón se encuentra en una situación inimaginable, jugándose la vida con el dilema de que Messi juegue o no mañana.

Ahora, nadie sabe si Messi llegará a tiempo, y tampoco nadie quiere hacerle correr más de la cuenta. Pero hoy está mucho más cerca de llegar que en cuanto salió de San Mamés cabizbajo y le susurraba las penas a Puyol. Las pruebas que se le realizaron por la mañana en el hospital han dado un respiro y, por lo menos, dejan un punto de suspense, que el Barça también utiliza en la partida previa contra el Inter. No es cuestión de enseñar las pocas cartas que le quedan, teniendo en cuenta que Abidal y Touré, con gripe A, sí están descartados definitivamente. Márquez, en cambio, no se ha contagiado como parecía inicialmente y es dudoso.

REFLEXION Guardiola esperará hasta el último momento. No especulará. Si hay opciones para que juegue, jugará. Si hay que elegir, el Inter es lo primero. En la Champions no hay marcha atrás. En Liga está todo por hacer. Pero antes que el Inter está Messi. Si hay un mínimo riesgo, no lo correrá. Y esa es un poco la tesis de los médicos. Si tienen que escoger, preferirían que no jugara mañana para evitar males mayores y entonces el domingo lo haría en plenas condiciones. El mensaje de Guardiola siempre ha sido el mismo. Y lo ha repetido. "Los títulos no se ganan con tres o cuatro jugadores. Somos lo que somos, estamos los que estamos", proclamó, convencido de la fuerza del grupo.

No es la única fuerza en la que confía. Hay otra que escapa a su control, pero que da por seguro que les echará una mano. Mañana y el domingo. "El estadio lleno, ni una silla vacía. Si la gente nos quiere seguir, bienvenidos serán. Más fuertes seremos dentro", advirtió. Y, ya se sabe, la palabra de Guardiola es sagrada. El Camp Nou estará a reventar. La demanda de entradas para los dos partidos han desbordado al club, que apenas tiene margen de maniobra.