Grecia dispone de muchos héroes olímpicos a los que venerar. Son casi dioses. Algunos vienen de muy lejos. Como por ejemplo, el soldado ateniense Fidípides, que en el año 490 antes de Cristo empeñó su vida para anunciar a los ciudadanos la victoria sobre los persas en la batalla de Maratón. O el modesto soldado Spyridon Louis, aquel pequeño gran hombre de Maroussi --el municipio donde se alza el Estadio Olímpico de Atenas-- que hace 108 años se convirtió en una leyenda al ganar precisamente el primer maratón olímpico de la era moderna.

Grecia dispone de auténticos dioses olímpicos, pero desde ayer tiene también dos olímpicos villanos. Los atletas Kostadinos Kenteris y Ekaterini Thanou se ganaron, a los ojos de todos los griegos, este tratamiento al intentar eludir un control antidopaje y quedar en evidencia el mismo día en que la ciudad, el país, vivía uno de sus momentos más hermosos, el día en que los Juegos volvían a su cuna y lo celebraban con una maravillosa, exquisita, deliciosa ceremonia de apertura que anticipa la fiesta en que los griegos quieren convertir esos 28 Juegos Olimpicos de la era moderna .Fue una apertura agridulce, una metáfora de la tragicomedia griega que conjuga planteamientos dudosos con finales fatales. Toda Grecia espera que el final, el próximo 29 de agosto, no lo sea y se acerque más a la imagen que dejó la fiesta inaugural, una imagen de optimismo y alegría.

JUEGO SUCIO Pero no todos están dispuestos a jugar limpio, y Grecia lo vivió ayer en su propia carne. Kenteris, un velocista llamado a hacer historia si ganaba por segunda vez consecutiva los 200 metros, ni siquiera lo podrá intentar. Una incomprensible y carambolesca huída de los médicos que le intentaba someter a un control antidopaje acabó con un presunto accidente de moto en el que también resultó levemente herida su compañera Thanou, una de las favoritas de los 100 metros.

Kenteris, además, se vio apeado de la posibilidad de ser quien prendiera la llama olímpica en el pebetero diseñado por el arquitecto español Santiago Calatrava, y dejó el privilegio a Nikos Kaklamanakis, un campeón olímpico de windsurf en los Juegos de Atlanta-96.

LLEGA ESPAÑA Pero la fiesta, con héroes, con villanos, con dioses o con simples mortales, debe continuar, y por eso Atenas se esforzó ayer en olvidar lo que la había amargado todo el dia. "Ciudadanos del mundo, bienvenidos a Atenas", fue la primera frase que sonó en el acto de apertura, antes de que pasara por delante de los ojos de los 70.000 espectadores del estadio y de miles de millones de telespectadores toda la historia de un país rico en cultura y tradición a través de una puesta en escena revolucionariamente moderna, pero respetuosa con el pasado. Era la manera de dejar en el olvido el episodio que emponzoñó el día.

Es el momento de que la delegación española comience a materializar sus sueños, los que la retrotraen a aquel verano olímpico del 92 en Barcelona, que comenzó también con un magnífico acto de presentación. Luego llegaron 22 medallas, un techo que no se ha vuelto ni a rozar y que en Sydney, hace cuatro años, bajó hasta las 11 medallas.

"Por supuesto que esperamos más medallas esta vez; el deporte español está por encima de lo conseguido en Sydney", adelantó ayer el presidente del Comité Olímpico Español, José María Echevarría.

Hoy, primer día de reparto de metales, pueden llegar las primeras, a condición de que se siga la senda tempranera del 92 (José Manuel Moreno ganó el primer día el kilómetro en el velódromo) y no la titubeante del 2000, cuando pasaron varios días antes del primer podio.