Con la transformación aún reciente, con las heridas sin terminar de suturar, el Atlético demostró en Valladolid que no conserva todos los preceptos del viejo libro de Simeone. Esos partidos que salen grises, discretos, broncos ya no terminan en una deslucida victoria a la que se agarraban los críticos.

El Atlético transmitió la sensación de poco interés ofensivo de otras épocas, aunque la alineación no llamaba a ello y no parecía la intención. Cuando se fue a por el partido, ante la necesidad, le faltó lucidez para romper un empate a cero por el que el Valladolid peleó de forma meritoria y productiva. No tuvieron su mejor día las estrellas rojiblancas y no apareció un milagro final, pero el Atlético sigue sumando y ya se coloca segundo en La Liga, a tres puntos del liderato.

El deseado tridente

Simeone repitió con el tridente ofensivo, camuflado en el 4-4-2, con Morata de vuelta junto a Costa por delante de João Félix, pero el partido salió trabado, más intenso que vistoso. Sergio, sin su centro del campo titular, tuvo que reconvertir al central Joaquín y el equipo local empezó, como el visitante, con más solidez defensiva que inspiración ofensiva.

El partido transitó entre broncas, tarjetas y tensión, sin fútbol. El balón era un lujo efímero en los pies de los jugadores llamados a marcar la diferencia, rápidamente arrebatado por el rival a través de cualquier medio.

Penalti de VAR

El partido se encaminaba al descanso con un rancio 0-0, conseguir un gol no fue la prioridad para nadie, salvo para el VAR. El videoarbitraje propició un penalti insignificante por un roce de Thomas sobre Sandro que estaba lejos de ser en lo que se convirtió después del paso por la televisión: un error claro y manifiesto del árbitro, al menos antes del VAR. Ni aún así llegó el gol, Sandro mandó a las nubes el disparo desde los 11 metros para el Valladolid y no hubo más noticias de peligros, sobre todo por parte de un Atlético apático y denso.

Aunque sin demasiado éxito, se atisbó en el juego del Atlético un aumento de interés ofensivo, pero la ocasión más clara volvió a ser para los pucelanos en pies de un Sandro desafortunado. Simeone cambió el perfil de sus hombres de banda, propuso la velocidad y el desborde de Correa y Lemar, pero el equipo atacó a trompicones, atropellado.

Balón al palo

No se llegó a palpar la sensación del antiguo cholismo de que el partido se encaminaba inexorablemente hacia un triunfo rojiblanco por la mínima, pero a diez minutos del final Correa estrelló un balón en el palo de Masip. El Valladolid se concentró en cerrar el partido con un punto y consiguió que, pese al empuje final, no hubiera más ocasiones rojiblancas.