El 2 de abril, el mismo día que murió Juanito, nos dejó Goyo Benito a quien los madridistas de pro recordarán como Hacha Brava, apodo que le venía al pelo, al pelo del bigote, y de quien algunos futbolistas de la época guardan recuerdos imborrables. Bueno, recuerdos y fracturas, contusiones y magulladuras. Célebre es la súplica durante un partido del sevillista Biri Biri: “Por favor señor Benito, no me pegue más!. Pero aquella manera de jugar respondía a una época en la que primaban los defensores duros, los árbitros malos (malísimos) y una cierta condescendencia con los jugadores del equipo del régimen (del régimen de todos los tiempos, al Real Madrid le da igual quien gobierne) que tenían carta blanca y patada a seguir por los campos de España.

Dar, daban duro unos y otros, no se andaban con chiquitas, pero el dúo De Felipe y Benito marcaron unas temporadas en la que el sindicato de la madera repartiendo leña era viruta y serrín para ellos. Racial, le llamaban (¿de qué raza?), rudo, bravo, jugador de un solo club, el Real Madrid, en el que Goyo Benito es historia, por su coraje, ya no existe coraje así (furia española) y con un estilo que ahora se antoja rudimentario, poca táctica, menos técnica, o pasa el balón o pasa el hombre pero los dos, no aunque, en paralelo, había una cierta nobleza en el juego: se sacudían, saltaban astillas, se revolcaban, se levantaban, se volvían a dar. Benito juraba no haber lesionado a nadie aposta.

Estos no eran como el paraguayo Fernández, el argentino Aguirre Suárez o el alemán Hubresch, asaz más salvajes (en vez de leña lo suyo era la navaja). Tampoco tenían la elegancia y clase de Melo, Calleja, Eusebio o Rivilla, defensas del Atlético de Madrid que gracias a su estilo el equipo quedaba bien pero no ganaba nada; al final sucumbieron y tuvieron que fichar a Panaderito Díaz (clon de Benito) y al Cacique del área, el gran Iselín Santos Ovejero, con lo que se demuestra que siendo elegante en fútbol no vas a ninguna parte.