Todo el mundo, incluido el propio protagonista de la temporada, sabe que si algo le encantaría a Marc Márquez es parecerse, ser, clonar, repetir, conseguir todo lo que ha logrado el piloto italiano Valentino Rossi, su ídolo, aquel al que conoció nada más llegar al Mundial de motociclismo (2008), su inspiración en muchos pasajes de su vida y, sobre todo, del que más ha aprendido y, en estos momentos, aquel con quien mejor relación tiene en el 'paddok' del campeonato de las dos ruedas.

Todo el mundo sabe que a Rossi le llaman el 'Doctor'. Por todo, pero tal vez por sus manos de cirujano, por su doctorado en motociclismo, por su habilidad, por la manera en que, en sus buenos tiempos (posee nada menos que nueve títulos mundiales en todas las categorías en las que ha corrido, cosa que también ha logrado Márquez), era capaz de 'operar' a sus rivales.

Todo el mundo sabe que hace apenas unas semanas, Márquez completó, para la estantería de su habitación en Cervera, la colección de las motos en miniatura que ha pilotado Rossi y que, cada 15 días, le guardaban en su kiosco preferido. Y todo el mundo recuerda que fue aquí, en Sepang (Malasia), donde el 'Doctor' anunció, en el primer test invernal, que Márquez había llegado a MotoGP para intentar ganar el título en el año de su debut. "Que no les engañe, este chico viene a ganar ¡ya!" Y todo el mundo recuerda que cuando su alumno aventajado le superó en el 'sacacorchos' del temible Laguna Seca (California, EEUU), Rossi llamó "piccolo bastardo" al líder de MotoGP. Con el cariño que le profesa.

Pues bien, ahora hemos sabido que Márquez, no solo ha copiado, imitado, calcado en todo a su ídolo sino que también puede considerársele ya, en esta ocasión aún con más motivo que al ídolo italiano, 'doctor'. Porque, que lo sepan, Marc Márquez intervino y sanó a su hermano Àlex, el pasado viernes, cuando el pequeño de la saga sufrió un accidente durante uno de los muchos entrenamientos que realizan juntos practicando derrapajes en su pista de tierra, de 'dir-track'.

Todo ocurrió el viernes, tres días antes de empezar el periplo por Malasia, Australia y Japón. Marc y Àlex, Àlex y Marc estaban practicando con las motos de cross en una pista de tierra y, según reconoció ayer el líder de MotoGP, "mi hermano sufrió la caída más tonta, más idiota, más absurda, más simple que he visto en mi vida. ¡Juro que iba parado!, a diez por hora, y se cayó, con tan mala suerte que, de nuevo, se le salió el hombro derecho de sitio".

"Es la tercera vez que me ocurre", relata Àlex, ya bastante recuperado del susto, del que se está tratando con láser en la clínica del trazado de Sepang "para intentar recuperar la musculatura, que ha sufrido mucho". Los dos explican que el desconcierto se apoderó de ambos y de papá Julià que les acompañaba. Llamaron a una ambulancia, pero Marc recordó que, hace escasas semanas, cuando a él se le salió, por segunda vez, el hombro derecho en los ensayos del Gran Premio de Inglaterra, disputado en Silverstone, los médicos del circuito le dijeron que, en estas ocasiones, en estas lesiones, "es vital, importantísimo, actuar en cuestión de minutos, pues si dejas pasar el tiempo y el hombro se enfría, la recuperación tarda semanas".

Curación de urgencia

"Sabíamos que la asistencia médica no llegaría a donde estábamos en menos de una hora, así que, aunque mi padre ya nos había dicho que con él no contásemos, que no se atrevía, yo le dije a Marc que lo intentase, que él ya había pasado por esa experiencia y que seguro lo hacía de coña", continúa narrando Àlex. "Total", añade el pequeño de los Márquez esbozando una inmensa sonrisa; bueno, la que siempre luce; bueno, la que luce Marc; mejor la que tiene su padre; mejor, con la que los parió Roser, su madre, "solo podían ocurrir dos cosas: que acertase y entonces podía correr en Malasia, Australia y Japón o que se equivocase y, de cualquier forma, no iba a poder correr".

Marc colocó a su hermano sobre una mesa y le preguntó con cara de pocos amigos "¿de verdad quieres que lo intente? ¿te lo pongo?". "¡Venga, sí, prueba, que ya hemos perdido un montón de minutos", replicó inquieto, ansioso Àlex, preocupado por si se perdía las tres mejores carreras del Mundial. Y probó. Marc cogió el brazo derecho de Àlex con una mano y con la otra le sujetó el hombro y, de pronto, metió un estirón de narices. Y acertó. Se lo volvió a meter en su sitio. Éxito total.

"Cuando se te sale el hombro es como si lo tuvieses colgando. Ni lo notas. Es como esas muñecas de trapo que si no las manejas tú, tienen los brazos y pies colgando, pues igual", narra el experto Àlex, que ya ha vivido tres veces esa desagradable "pero soportable" experiencia. "Cuando te lo vuelven a poner en su sitio, al principio te hace un daño de narices, pero se te pasa pronto y la verdad es que sientes un alivio tremendo".

"Marc estaba cagado"

"Había que hacerlo, pues de lo contrario hubiese perdido un par de estos grandes premios y el chaval estaba desesperado", cuenta Marc en plan padrazo, perdón, en plan 'Doctor'. "Yo no quise ni mirar", explica Julià. "Ahora ya lo puedo decir", señala el pequeño de la familia, "Marc estaba cagado, ¡cagado!, solo de pensar que podía no haber quedado bien".

Total que, dos horas después, estaban en la consulta que el doctor Xavier Mir, experto en hombro, clavícula, brazos y manos, tiene en la segunda planta del Institut Dexeus de Barcelona, junto al Camp Nou. "Hasta que no le hicieron la resonancia y Xavier me dijo que el hombro estaba perfecto, que lo había hecho muy bien, sufrí un montón, la verdad", cuenta orgulloso Marc.

Puestos en contacto con el doctor Mir, el galeno catalán explicó que, en efecto, aunque parezca una intervención fácil "no lo es, no lo es", lo que ocurre es que "estos chavales son listos hasta para aprender primeros auxilios y, la verdad, voy a tener que ir con cuidado pues, tratándose de Marc, que es el primer de la clase en todo, igual me quita el sitio".