"Me enteré de la muerte de Dani por Lopo, en el autocar. Y durante largo tiempo no fui capaz de recordar una imagen de él. Solo me venía a la mente la de sus padres, con los que estuve el día de la celebración de la Copa del Rey. Son más jóvenes que yo, imaginaos cómo me siento", explica Miguel Angel Lotina, exentrenador del Espanyol. Y es solo una más de las 14.000 personas que acuden desoladas al estadio de Cornellá-El Prat a despedir al capitán blanquiazul.

Ni la larga espera ni un sol implacable importan a la afición blanquiazul, que a lo largo de cuatro horas --de 14 a 18-- rodean medio estadio para ver el emotivo y cada vez más grande santuario dedicado a Jarque y dar el último adiós al féretro. A las 10 de la mañana ya hay quien aguarda para subir al antepalco, donde está instalada la capilla ardiente, y son testigos del desfile de coronas que se suman al homenaje. Del Barça al Albacete, clubs de toda España han tenido un último gesto hacia el defensa perico.

Dos pisos por encima, un escudo floral del Espanyol --también estaba el de su primer club, el Cooperativa de Sant Boi-- preside el último lecho del jugador. Los últimos en subir encuentran además una camiseta del Villarreal sobre el ataúd, cerrado, con el nombre y el dorsal de Jarque. La ha traído Ernesto Valverde.

"He compartido mucho con Jarque --asegura el preparador extremeño del Villarreal--. Ha sido un jugador al que me ha encantado conocer, sobre todo por lo que ha dado al club, en el campo y fuera de él".

Los aficionados pasan lentamente ante el ataúd, pero cuando las miradas atisban a la familia de Jarque o los compañeros de equipo, la vista cae al suelo inmediatamente. Demasiado dolor. La escena no es futbolística. Ni la peor derrota sobre el césped habría provocado tanta tristeza.