En Extremadura no llama la atención que un futbolista en Segunda B tenga que conciliar trabajo con entrenamientos, algo impensable para muchos jugadores de esta categoría. En el Don Benito, Gonzalo Barroso Texeira (29 de junio de 1989) es una muestra de este atípico caso en la categoría. Es fisioterapeuta y, al atardecer, se ata sus botas y entrena cómo el que más en el Vicente Sanz a las órdenes de Juan García.

«El club tuvo que hablar con mi jefe, porque no se me podía permitir faltar a entrenamientos. La solución fue reducir la jornada laboral en dos horas. He encontrado muchas facilidades, por parte de mi jefe y también por parte del club, porque el horario de los entrenamientos es bastante bueno», confiesa el capitán rojiblanco. Orgulloso de su patria chica.

En este inicio de temporada, el Don Benito parece sufrir una contractura que le impide despegar y conseguir así su primera victoria. «Paciencia. Sabíamos que las tres primeras jornadas iban a ser complicadas. Son tres equipos que nos triplican en presupuesto. Tenemos un punto en el casillero y vamos a buscar sacar algo positivo en el próximo partido», indica. El diagnóstico del capitán.

Y, a pesar de las dificultades, portar el brazalete del club de sus amores es un orgullo para Gonzalo. «Bueno, es un honor y un orgullo a partes iguales. Desde niño soñé con portar el brazalete del equipo de mi ciudad, y hacerlo en Segunda B es algo especial. Intento transmitir a los nuevos lo qué es el Don Benito, un club humilde pero que quiere crecer en esta categoría», resume el futbolista y fisioterapeuta.

Cambios y afición

El salto de categoría lo está notando el Don Benito. Y para adaptarse, Gonzalo ha tenido que realizar una de las pretemporadas más duras de su vida. «He bajado de peso, la categoría lo exigía. Me siento mejor, más rápido y aguanto mejor los partidos. Luego, la calidad técnica de los rivales también es mayor que en Tercera», analiza el centrocampista.

No obstante, el Don Benito siempre ha sido un sufridor. En Tercera y también en Segunda B. «El año pasado nadie apostaba por nosotros por quedar campeones, y el objetivo era ese. Los que hemos quedado de la pasada temporada, hemos sabido inculcar eso a los nuevos y se está dando la cara. La gente está contenta, se escuchan palabras de ánimo y vamos en buena línea», responde.

Un cambio en la mentalidad de la parroquia rojiblanca. Menos exigente con el juego, más unida al equipo. Necesario. «Estamos en Segunda B y la exigencia no es la misma. Nos hemos enfrentado a equipos que estarán arriba a final de temporada. Cuando nos pitaban era porque nos exigían ganar y jugar bien. Ahora el objetivo es otro», señala.

Posición y viajes

El centro del campo en Segunda B obedece a la premisa de destruir para sobrevivir. «En nuestra posición se exige estar muy bien físicamente. Es más cuestión de disputas individuales, donde tenemos que hacernos fuerte y buscar la segunda jugada. Tener a Mamau o a David López por detrás da mucha tranquilidad a los interiores, sabes que lo barren todo», confiesa el capitán calabazón.

Y en ese agotamiento físico, algo que ha cambiado y significativamente para la vida rojiblanca son los desplazamientos. Lógicamente, más largos y bastante más cansados. «El domingo llegamos de madrugada aquí, tuve buena suerte porque el lunes fue festivo en Don Benito. Ya veremos cómo es llegar a las seis de la mañana y tener que ir a currar», explica con una sonrisa.

Porque, más allá de ganar o perder, Gonzalo es muy feliz en el club de su vida. En su ‘Depor’. En su Vicente Sanz. Con su gente. Con su familia. «A la afición, pedirle paciencia. Los resultados van a llegar. Vamos a pelear cada punto como si fuese el último, porque es de la única forma que lograremos el objetivo. Paciencia», reclama el líder del vestuario rojiblanco. Palabra de Gonzalo Barroso.