El día 24 tendrá lugar la primera asamblea de accionistas de la historia del Cacereño, en la que se eligirá el consejo de administración. Dos días después, termina el plazo de la ampliación de capital en el Cáceres CB y, salvo sorpresa, la sociedad desaparecerá, abriéndose numerosas incógnitas.

Cáceres vive, casi sin creérselo, el principio y el fin de dos proyectos que algunos creen antagónicos, pero que muchos aún soñaban hasta hace pocos días que caminarían juntos. El Cacereño, un club hasta hace poco anquilosado en una vetusta estructura, apenas lleva tres meses como sociedad anónima, y su hermano en el baloncesto está a punto de dar al traste con una década como empresa.

En la ciudad se ha producido un debate, muchas veces encubierto, sobre la coexistencia pacífica entre fútbol y baloncesto. Cáceres, futbolera por tradición, se ha inclinado mayoritariamente por el baloncesto durante los últimos once años, atraído por la espectacularidad de la élite y el orgullo de estar arriba, lo que ha generado no poca polémica en la calle. Hay quien, incluso, se ha alegrado de la debacle verdinegra.

El Cacereño, que ha llamado a las puertas de la liguilla, ha soñado con el ascenso a la Segunda División, algo de lo que ahora se olvida tras un nefasto fin de temporada, y seguirá en la Segunda B. El Cáceres, mientras, busca la fórmula para jugar en la LEB, la Segunda División del baloncesto español. En cualquier caso, sin haberse clarificado la situación sobre el interés que pueda despertar en el aficionado el desarrollo de ambos proyectos, a finales de mes habrá dos fechas históricas para dos emblemas del deporte cacereño: el 24 y el 26. Una rezuma optimismo ante el futuro; la otra, no tanto.