Por manida que sea la sentencia, se viene utilizando en los corros balompédicos desde hace años, no pierde actualidad por desgracia. La galopante crisis del fútbol extremeño es una realidad y el verano de incertidumbre que nos va a tocar vivir no es más que un fiel reflejo de ello. Una gota más para un vaso que hace tiempo anda perdiendo agua por sus bordes.

Dos de los clubes históricos de la comunidad, el Badajoz y el Extremadura, copan la atención en las últimas semanas. La entidad azulgrana, uno de los dos embajadores de la región en la Liga de las Estrellas allá por la prodigiosa década de los 90, parece caminar por el filo de la navaja . No hay más que escuchar a su presidente, el eterno Pedro Nieto, para comprender que la situación se antoja complicada. Las deudas inminentes, cifradas en algo más de un millón de euros, y las que a largo plazo ahogan el proyecto, más de 500 millones de las antiguas pesetas, representan un lastre que, a la postre, podría resultar insalvable. El SOS a los empresarios, estéril de momento, la ampliación de capital e incluso la venta de acciones de la sociedad a una empresa futbolística son las soluciones manejadas. Y algunas está demostrado que no son la panacea.

De mano en mano

Y es que el club albinegro ya sabe lo que es aferrarse a la venta a sociedades que llegan de fuera como tabla de salvación . Los Tinelli, Barradas y compañía ocupan parte de la historia reciente de la entidad para ahora volver al inicio. Al día de hoy, Eloy Guerrero, el industrial propietario de la mayor parte del accionariado, tiene el club en venta como única opción viable. Más incertidumbre.

Algo mejor parece que marchan las cosas en Mérida, donde la vuelta de la familia Fouto aportó estabilidad a un club que también tuvo que atravesar el desierto, desaparición incluída. También en Villanueva de la Serena se respira optimismo tras el ascenso. Pero la situación de otros clubes como el Jerez, e incluso el Cacereño, añaden drama al pronóstico para las próximas fechas.