Hoy hay un espacio vacío en este diario. Hoy, en vez de explicar las peripecias de la etapa, Oscar Pereiro debe permanecer en la cama de un hospital de Cúneo. Tan cierto como es lunes, que se podía haber matado en el descenso del Agnello. Se dio el trompazo del Tour. Saltó disparado por una curva y cayó cuatro metros más abajo, en el siguiente requiebro del camino, sobre el asfalto. La bicicleta se quedó arriba y él voló por los aires. Abandono, ambulancia, hospital y fractura en el brazo izquierdo. Difícil hasta que pueda firmar autógrafos o dedicar maillots. Adiós a los Juegos de Pekín y duda para la Vuelta a España.

Pero mejor que el espacio que cada día tenía asignado Pereiro lo ocupe su compañero Alejandro Valverde y sea él, en primera persona, quien relate la caída de su compañero. "Le ves tumbado, allí, y no sabes de dónde ha salido. Miro a Sastre que está a mi lado y observo la cara de susto. ¿De dónde ha salido?, me pregunta con el rostro desencajado. Yo no sé donde mirar. Me detengo unos instantes. Se para el pelotón, porque Oscar está allí en medio tumbado. Ha salido disparado, desde arriba. Yo me lo encuentro allí, y te das un susto de muerte. Ves que no se mueve y un escalofrío recorre todo el cuerpo. Horroroso".

SIN GANAS DE TIRAR "Creo que la fuga ha llegado a meta porque en el pelotón nadie tenía coraje para tirar. Nosotros, evidentemente, menos. Eusebio Unzué, el director, ha mandado parar a todo el equipo menos a Arroyo y a mí. El resto se ha quedado esperando, a ver si Oscar reaccionaba. Yo he circulado 15 kilómetros, por lo menos, con las piernas temblando. Esperaba noticias y no tenía ganas de hablar con nadie. No sabíamos la gravedad. Por eso, cuando Eusebio nos dijo que solo se había roto el brazo, me he sentido aliviado, pero la cara de susto no se me ha ido durante toda la etapa".