La afición hablaba en el descanso de que si este año vamos a sufrir, que si ya no hay dinero, que si a lo mejor ponen algún partido el sábado para ver si hay más público... Pero al final se ganó y la angustia predepresiva se transformó en contenida euforia: "Si gratis y sin Sallier ganamos, ¿qué no haremos cuando cobremos y tengamos pívot?". Ese plural mayestático (ganamos, cobremos) sonaba bonito.

Se repitió la entrada del día de Melilla, muy semejante a la de las noches ACB: los laterales algo más llenos que el año pasado y los fondos, sin escolares y con los socios trasladados de grada, casi vacíos, salvo la presencia imponente e incansable de las peñas.

El Tarragona no era la legión extranjera de Melilla, sino un equipito decente basado en buenos jugadores que abandonaron la ACB por bajitos o por edad. Pero les faltaba picardía. El entrenador era un caballero trajeado (Ñete sigue dirigiendo de sport), el base se llamaba Del Tío y nos enseñaron que en Tarragona se bebe un vermut de nombre Yzaguirre que se elabora desde el año 1884.

El final parecía repetido: Johnson mete una mano tonta y hace la quinta y una técnica. Pero allí estaba Washington, teatral (es de los que pasan a la derecha mirando a la izquierda), frío y prometedor, y Sallier, que salió en los últimos minutos en chándal, se colocó en el fondo y debió de intimidar a los de Tarragona porque fallaron todo y más. Al final, esperanza: "El día que cobremos y cerremos la enfermería...".