Media mañana en la campiña de la Toscana. De pronto se produce el silencio. Faltan 15 minutos para que concluyan los ensayos libres de MotoGP del Gran Premio de Italia, cuarto del Mundial. Valentino Rossi, el mito, el dueño de este jardín, el treinteañero que acumula nueve títulos mundiales, que ha ganado 104 de los 230 grandes premios que ha disputado y ascendido al podio en la mayoría de ellos (167), ha volado por los aires y su aterrizaje en el asfalto ha sido horroroso, impactante, hiriente, escalofriante.

El Doctor, que en 15 años de profesional solo ha visitado el quirófano en una ocasión y que jamás se ha fracturado hueso alguno, mantiene su pierna derecha en alto. El público, su público, el que le idolatra se estremece al comprobar que su bota pende de un hilo, de los hilos de su mono de cuero, pues tanto la tibia como el peroné que deberían mantenerla erguida se han roto limpiamente.

UN DOLOR ESTREMECEDOR Masao Furusawa, jefe supremo de Yamaha y padre deportivo de Rossi, se lleva las manos a la cabeza, se muerde los labios junto al muro y quisiera volatilizarse en el acto. Jeremy Burguess, jefe de mecánicos del campeonísimo, se esconde en su box.

Alessio Salucci, Uccio para los amigos e inseparable de Rossi, se pone a llorar. Nadie dice nada pero todos salen corriendo hacia el hospital del circuito de Ferrari. Quedan 15 minutos de ensayo y al mundo ha dejado de importarle lo que ocurre en la pista.

El mito, el ídolo de medio mundo, el colega de los motards, el chico de los 23 millones de euros anuales, está herido sobre el asfalto. Podrían bajar el telón y nadie se quejaría. Rossi, el hombre que da sentido al espectáculo porque gana y porque lo persiguen, se ha roto. Tiene, como poco, para cuatro meses largos. El primer diagnóstico del doctor Claudio Macchiagodena es: "Fractura limpia de tibia y peroné". Helicóptero y volando hacia el Centro Traumatológico y Ortopédico (CTO) de Florencia, donde le espera el doctor Roberto Buzzi que, en poco más de hora y media, pegará sus huesos con un inmenso clavo en el interior de la tibia. "Una persona normal estaría casi cinco meses sin poder hacer ejercicio, pero no pienso aventurar cuánto tardará Vale", dice Macchiagodena, del que se fían todos.

"Valentino ha visto que detrás de él iba Barberá, ha cortado el gas, ha reducido su ritmo para dejarle pasar y tener pista libre para intentar una vuelta rápida pero, cuando ha abierto gas, el neumático, que se había enfriado, ha perdido adherencia, la moto ha derrapado y le ha escupido bruscamente". Es la explicación de Burguess tras analizar la telemetría de la M1 del campeón. Lo que no dijo Burguess, ni Furusawa, ni Uccio, es que el muchacho de Tavullia iba encendido a por el crono de Jorge Lorenzo, que lideraba los ensayos con tres décimas de segundo menos que él. Perseguía la liebre y se estrelló.

El Mundial se paralizó. El paddock enmudeció. El circuito se vació. Y los colegas lamentaron el accidente. Todos, empezando por el más beneficiado de ellos, Lorenzo, líder destacado del Mundial, con nueve puntos más que Rossi. "Cuando te caes solo piensas en el daño que te haces, en el dolor que sufres, en el tiempo que te queda para volver", dijo el bicampeón mallorquín. "Sé que ganar el título sin Vale en la pista tendrá menos valor, pero voy a pelear como si él estuviera y espero que regrese antes de lo previsto".

EN RECUERDO DE PUIG "Solo deseo que haya acertado con el cirujano", dijo Dani Pedrosa, recordando, sin duda, el vía crucis sufrido por su amigo, descubridor y jefe, Alberto Puig, herido en Le Mans en el 95, y que no cesó de sumar desgracias tras su primera operación.

"Esas fracturas pueden infectarse. Le deseo lo mejor y que vuelva cuanto antes. Aquí le esperamos". Como le espera el mágico Giacomo Agostini, 15 veces campeón del mundo, que reclamó ahora la aparición de los jóvenes. "Ellos han de ser los que tiren ahora del carro, empezando por este portentoso y vitalista Lorenzo", señaló Ago. Desde hoy, en Mugello, se despejarán las incógnitas planteadas.