Francisco Javier Diosdado García Cisqui (Almendralejo, 11 de enero de 1968) vive en una auténtica nube, aunque sabe que tiene el tiempo justo para bajar y ponerse al trabajar a pleno rendimiento. Acaba de ser nombrado entrenador de la primera plantilla del Extremadura y no esconde que ese fue siempre su gran sueño.

Muy contento, ¿no?

--La verdad es que sí. Si dijese lo contrario mentiría. Siento una satisfacción muy grande y agradezco profundamente la confianza que se deposita en mi persona.

Era su gran sueño...

--Sí, es mi sueño convertido en realidad. Lo he perseguido durante muchos años y he puesto a su servicio mucho trabajo y mucha dedicación. Quiero ser profesional en esto del fútbol y entiendo que se trata de un gran paso. Aún no he tocado techo y este puede ser el camino. Me gustaría crecer en el Extremadura y que el Extremadura creciese al mismo ritmo que yo y a la vez.

¿Es el momento?

--Pues yo creo que sí. Asumo que el reto es complicado y difícil, pero no me da ningún miedo. Tengo tantas ganas, tanta ilusión... Salvando las categorías, el fútbol es básicamente igual y trabajando día a día siempre puedes esperar recoger el fruto más pronto o más tarde. El Extremadura es un equipo que ha llegado a la Primera División y eso siempre impone un poco. Pero tengo una enorme confianza en mis posibilidades y una gran autoestima.

¿De quién se acuerda en estos momentos?

--Sobre todo de mi familia, que siempre me ayudo y estuvo a mi lado. Y fundamentalmente de mi padre, que ahora ya no está con nosotros pero siempre confió en mi trabajo y en mi valía. Y luego de la gente que confió en Cisqui. El otro día me llamó uno de los delegados que he tenido, Flecha, y me llegó al alma con su felicitación.