Ver llorar a alguien estremece al más chulito. Ver llorar a alguien que lo ha intentado con todas sus fuerzas, con el alma entera, te deja con la mente en blanco, te hace pensar. Ver que alguien, que arrancó su sueño con una amplia sonrisa lo cierra con los ojos inundados, ha de servirnos, al menos, para admirar el gesto. Sí, sé que algunos, y algunos muy importantes, con un importante curriculo impecable en el Mundial, han destrozado ese sueño, considerándole simplemente "comercial", pero no creo que el paddock del Mundial esté libre de pecado, no creo, la verdad, que en ese parque cerrado haya muchos con las manos tan límpias como para lanzar una piedra sobre el tejado de Jorge Martínez Aspar, ausente en Assen, supongo, porque su empresa es la que organiza el Gran Premio de Europa de F-1 en Valencia. No seré yo quien diga que la aparición de Elena Rosell, valenciana de 25 años, que ha intentado cumplir el sueño, la ilusión, la gesta, sí, la gesta de convertirse en la primera española que toma parte en un Gran Premio del Mundial de motociclismo, es una estrategia comercial, oportuna, oportunista, muy hábil y pícara. Luego de ver como lo ha intentado y el corazón y las ganas que le ha puesto al reto, creo que, simplemente, ha tenido mala suerte. Se le ha juntado todo, todo, y todo ha sido negativo. El reto no solo consistía en meterse en la jungla de los hombres, no. Tampoco dar el salto del campeonato de España al Mundial. Ni siquiera de la Kawasaki Cup a Moto2. El reto, y la mala suerte, lo ha sido todo: torneo nuevo, rivales nuevos, moto nueva, pilotaje diferente, trazado desconocido, neumáticos diferentes y, encima, lluvia, agua, pista como un espejo. Y, además, voluntad de intentarlo, coraje, ganas de dejar bien a las chicas, de demostrar que ellas tienen un hueco en esa o cualquier otra parrilla. Empezó con una sonrisa y acabó en un baño de lágrimas. Y lo hizo tras tres caídas y después de destrozar su Suter, bueno, la Suter de Julito Simón, que fue el primero en animarle. "Estoy magullada por dentro y por fuera pero he de agradecer a Aspar por darme esta oportunidad y al equipo por haber trabajado tanto, tanto, para ofrecerme una moto competitiva. Lástima que, al final, no les haya dado tiempo de reparar todos los daños que he provocado en mi última caída y me haya perdido el entrenamiento definitivo", ha dicho. Rosell ha mostrado su convencimiento de que si le devuelven la oportunidad, dentro de siete días, en Mugello, podrá pelear por demostrar su capacidad. "Vine a aprender y, ciertamente, he aprendido muchísimo. Me da rabia pues me caí cuando estaba mejorando, cuando empezaba a cogerle el truco a la moto y no temía la pista". Y fue ahí cuando Elena rompió a llorar, utilizando sus manos con enorme habilidad para que no se le vieran las lágrimas. Fue duro verla llorar, tan duro como oirle decir que "pese a todo, pese a lo que puedan opinar algunos, ha valido la pena estar aquí y vivir estos momentos". Veremos si tiene una segunda oportunidad. Veremos.