Un pueblo guipuzcoano de 12.000 habitantes, situado en la cuenca del Deva, posee desde 1943 un patrimonio inmaterial y exclusivo llamado Juan Muguerza Nazioarteko Krosa. Un superviviente de una especialidad, el cros -o campo a través es su acepción castellana- casi sepultada bajo el inexorable avance del asfalto. Sobre esa tierra, más bien un barrizal, ha triunfado este domingo el atleta etíope Salemon Barega, mientras la campeona olímpica de 3.000, Ruth Jebet, una keniana que tomó la nacionalidad de Bahréin, se impuso entre las chicas.

Al Muguerza, también conocido como Cros de Elgoibar, lo avalan 75 años acumulando prestigio organizativo y reinventándose gracias al apoyo de todo el pueblo, que asume el evento como suyo.

El alma del cros se sostiene en la figura de Juan Muguerza, un 'korrikolari' nacido en Elgoibar en 1900, ganador de la primera Behobia-San Sebastián en 1919, olímpico en Amberes al año siguiente, y víctima de un bombardeo sobre Mungía en 1937, durante la Guerra Civil española.

Los habitantes de este núcleo industrial, reconocido por la fabricación de máquina-herramienta, cuidan con esmero un evento deportivo premiado y distinguido local e internacionalmente. Las grandes figuras del cros mundial (Paul Tergat, Kenenisa Bekele, Derartu Tulu, Florence Kiplagat…) y legendarios como los españoles Mariano Haro, Carmen Valero o Belén Azpeitia, han pasado alguna vez por Elgoibar para intentar ponerse la txapela que distingue a los ganadores del Muguerza. Disfrutando de un fin de semana muy especial, alojados en el Txarriduna casi como en casa, y recibidos en el ayuntamiento con el 'aurresku' de las grandes ocasiones.

El Club Deportivo Elgoibar primero, la Sociedad Atlética Egotoki después, y el Mintxeta Atletismo Taldea a partir del Siglo XXI han logrado mantener viva la tradición, la que ha hecho famoso y deseable al Muguerza en el mundo del campo a través: la atención al corredor es lo primero.

EL LEGENDARIO MAMO WOLDE

Mamo Wolde fue el primer africano en ganar, en el peculiar circuito de Lerún en el que había que atravesar una fundición. Wolde en 1963 impresionó por su derroche de facultades, también el primer extranjero en ganar el Muguerza, repitiendo su éxito en otras tres ocasiones: 1964, 1967 y 1968, el año en que ganó el oro olímpico en el maratón de México-68.

Cuenta la leyenda que el atleta abisinio se desayunaba un pollo asado antes de volar bajo sobre las esquirlas del circuito de Lerún. Tal fue la huella que dejó su presencia que el premio que se otorga para los vencedores en la categoría junior lleva su nombre. En los años 60, los premios se daban en especias para contentar a los puristas del amateurismo: una nevera, un televisor o una escopeta de caza fabricada en Elgoibar. Los txapeldún - ese día- firmaban en el libro de los campeones del Cros. A partir del Siglo XXI, también las ganadoras.

LA ESENCIA DEL CROS

Los elgoibartarras adoran la esencia del cros: mujeres y hombres que parecen forjados en hierro, desafiándose a campo abierto. El Muguerza y su circuito son la prueba de ello. Para que la tradición no desfallezca, los ferrones y forjadores del Siglo XXI siguen subiendo a la campa y al estadio de Mintxeta con el bocata de txistorra y el vino el segundo domingo de enero. Pagan religiosamente los seis euros de la entrada, para ayudar al Cros a seguir fiel a sus valores. No importa si llueve y el barro tapa el dorsal. En Elgoibar se saben el nombre de cada corredor, como se pronuncia y lo que cuesta afinar la máquina de correr para llevarse la txapela a Eldoret, a Addis Abeba, a Londres o a Sabadell. Este domingo estuvo sobre la cabeza del joven Barega.