Cáceres es una ciudad de baloncesto. Este ha sido y es el deporte de referencia durante mucho tiempo, alcanzando las más altas cotas como aquella final de Copa, y las semifinales de la Korac. También el baloncesto ha sido referente en cuanto a la asistencia de espectadores, llegándose a quedar pequeños dos pabellones a la vez que el equipo iba creciendo. Nuestra afición, se ha autodenominado muchas veces como una de las mejores de España, por su fidelidad y entendimiento de este deporte. Yo he tenido el placer de sentir este calor, y no voy a ser quien discrepe de dicha opinión.

Pero el baloncesto en Cáceres no solo tiene la cara masculina, tenemos un equipo femenino en la segunda división nacional. Un equipo que lleva muchos años defendiendo el nombre de nuestra ciudad por toda España, superando cada temporada numerosos problemas tanto económicos como deportivos. Todos los cursos son innumerables las dificultades que tienen para salir a competir y realizan auténticos malabarismos para intentar pagar las nóminas de las jugadoras. Ellas también entrenan duro cada día, viven de esto y están alejadas de sus familias por muchos kilómetros. Su entrenador es de la casa, ama este deporte y lo vive como pocos.

Pero, ¿dónde está la afición al baloncesto en sus partidos? Da pena ir ver al equipo y no ser más de treinta personas en la grada. Hay muchas críticas a la gestión del club, que posiblemente sea mejorable, pero poco pueden hacer cuando no tienen un respaldo social detrás y solo cuentan con su esfuerzo sin ser profesionales. No interesan a los patrocinadores y por tanto no reciben apoyos privados, y solo de lo público no se puede subsistir. Daba gusto ir a ver partidos femeninos en León o Burgos, ciudades a las que nos equiparamos en pasión por este deporte, con cerca mil aficionados en la grada.

Al final todo esto conduce a un camino: la desaparición del club. Las grandes perjudicadas serán nuestras niñas, que perderán el referente que todo deportista en sus inicios debe tener.