Los Juegos Olímpicos son un tiempo para las lágrimas. La emoción, sobre todo de los ganadores aunque también de los perdedores, se desborda. Algunas de esas lágrimas son especialmente entrañables, como las que hemos podido ver gracias al triunfo del nadador australiano Kyler Chalmers en Río de Janeiro.

Chalmers, de 18 años recién cumplidos y 1,93 de estatura, es el torpedo que ganó la medalla de oro en los 100 metros libre, mientras muy lejos, en su Australia natal, sus abuelos contemplaban ante la televisión la hazaña del retoño. Vestidos ambos con la camiseta del equipo olímpico australiano, van viendo en un 'crescendo' emocionante cómo su 'pequeño' Kyler va hacia el oro, hasta que toca la pared, detiene el crono y se confirma su éxito. Los abuelos viven entonces un estallido de euforia, aplausos, besos y, al fin, aparecen las lágrimas olímpicas.