Cuentan que Chukwunonso Nduka ‘BeeJay’ Anya pesaba más de 160 kilos cuando llegó hace mes y medio. En este tiempo ha perdido entre 10 y 15 y todavía tiene que librarse de una cifra similar si quiere reinsertarse en el mundo del baloncesto profesional. En Extremadura ha visto la ocasión de poder hacerlo en el Torta del Casar, filial del Cáceres Patrimonio de la Humanidad y que milita en la cuarta categoría, la Liga EBA.

Un escenario quizás impropio para alguien que en 2012, en Lituania, se proclamó campeón del mundo sub-17 con la selección de Estados Unidos. Allí estaban también futuros jugadores de la NBA como Jahill Okafor , Kendrick Nunn, Justise Winslow o Jabari Parker o el argentino del Real Madrid, Gabriel Deck. ‘BeeJay’, que cumplirá 26 años el 9 e marzo, se quedó por el camino y eso que, tras aquel oro, recibió ofertas de los mejores universidades del país. Eligió la de North Carolina State, pero su rendimiento fue descendente.

Criado en Washington DC de padres nigerianos, Oby y Ben («soy la primera persona de mi familia nacida en Estados Unidos»), es la segunda vez que viene a España. La primera fue en 2012 jugando partidos de preparación para aquel Mundial sub-17 en Canarias y visitando Madrid y Barcelona. «Probablemente en aquel entonces era el número 1 de los pívots de mi edad en mi país. Y representar a Estados Unidos en aquel campeonato fue muy grande para mí», cuenta sin un atisbo de tristeza. Parece llevar con naturalidad el giro del destino del que ahora intenta zafarse a base de sudar en la pista y el gimnasio --mientras se refresca cogiendo con una mano garrafas de agua de 5 litros-- y sobre todo a través de una estricta dieta.

«Cuando veo a mis antiguos compañeros de equipo por televisión, en la NBA, estoy contento. Son todavía buenos amigos míos y me mantengo en contacto con ellos», dice.

Los buenos tiempos

A la larga, haber elegido NC State no le salió bien. Sí fue mejor sexto hombre de su conferencia, la Atlantic, donde también entró en el mejor equipo defensivo, pero aquello fue en el 2015, cuando todavía le quedaban dos años de formación. Sus minutos bajaron a partir de entonces, aunque él siguió mostrándose como un jugador intimidador en defensa y mantiene el récord de tapones de la universidad, con 243. Y es que su envergadura, midiendo 2,06 metros, es realmente tremenda, alcanzando los 2,32 midiendo de extremo a extremo de los brazos.

«Realmente no sé qué pasó en la universidad, pero fue lo que ocurrió. En mi última temporada el equipo fue investigado por sobornos y se supo que el entrenador [Matt Gottfried] no seguiría el siguiente año. Así es que fue algo bastante duro para todos, así es que yo tengo que aprender lo máximo de todo ello. No puedo ir hacia atrás y cambiarlo», señala.

Aquello ocurrió en 2017 y decidió quedarse algún tiempo más terminando su licenciatura, pero entonces ocurrió algo que su familia vivió como un drama. «Murió mi abuelo y nos fuimos a Nigeria. Él tenía una gran consideración en su pueblo. Fue entonces cuando dejé de estar concentrado en el baloncesto e incluso empecé a considerar ponerme a jugar fútbol americano, algo que no se podía esperar porque desde los cinco años he hecho baloncesto y lo he amado siempre», cuenta.

Estonia y el covid-19

Lo del ‘football’ lo acabó apartando de su camino y recuperó la ilusión por la canasta. Pese a estar tres años alejado de las pistas, en enero de 2020 consiguió un contrato en el Kalev estonio. Y entonces llegó el covid-19 con ya habitual habilidad para romper sueños: «Tuve que regresar a casa pronto».

Ahora empieza lo que él llama «una nueva película» en Extremadura. «Estoy muy contento porque quiero ponerme en forma y en Cáceres me están ayudando a lanzar de nuevo mi carrera. Sé las cosas que puedo llegar a hacer y estoy en ese proceso de perder peso con la ayuda de la gente del club», relata.

Sin embargo, su debut del pasado domingo ante el Sagrado Corazón Lithium Iberia no fue feliz. Apenas 10 minutos en pista con una imagen todavía muy lejos de la que cree que puede dar. «Me sentí realmente ansioso. Estoy recuperando todavía las sensaciones de juego. No estoy acabado para el baloncesto y estoy trabajando muy duro para demostrarlo. Sé que voy a lograrlo», reitera.