Reconozco que durante los últimos años he vivido con cierta obsesión el papel que se les otorga a los entrenadores, especialmente a los futbolísticos. Y siempre he mantenido la teoría de que no son tan importantes como parece y que a veces se les da un rol incluso más fundamental que el de los propios jugadores.

Durante el fin de semana han salido varios a la palestra, y además en sentido negativo. El sábado sorprendió la destitución del técnico del filial del Extremadura, Óscar de Paula, circunstancia que uno no llega a entender demasiado bien. Ayer, al del equipo ‘mayor’, Agustín Izquierdo, también se le cuestionaba, ya desde la grada, y su destitución puede ser cuestión de horas.

En el Cacereño hay un cierto movimiento interno que demuestra que hay quien no está muy contento con el entrenador, José María Rebollo. Craso error que se le conteste desde dentro. El técnico, mostrando una personalidad a prueba de bomba, responde con triunfos: 25 de 27 puntos posibles y cero goles en contra en nueve partidos, unas cifras realmente descomunales.

Y el último protagonista futbolístico del fin de semana era Juan Marrero, entrenador del Badajoz. El levantino salvó puede que un match ball y su equipo ganó al Córdoba B (3-0) su primer partido de la temporada. Afortunadamente para Marrero y para el propio Badajoz, este primer éxito liguero puede tranquilizar al equipo en lo sucesivo.

Termino con un apunte baloncestístico. Me sabe mal el irregular inicio del Cáceres de Ñete Bohigas. El técnico del club de LEB Oro estaba ayer especialmente disgustado tras la dolorosa derrota en casa ante el Huesca. El puesto de Bohigas no peligra, pero cierta parte de la directiva verdinegra hace tiempo que dejó de creer ciegamente en su trabajo. Estamos en el inicio liguero, pero nunca es buena señal que te piten en casa.