Lágrimas, muchas lágrimas, teñidas de verde. Y desconsuelo incontenible en la afición del Cacereño que se desplazó a Linares, unos 150 seguidores entre los dos autobuses y quienes fueron por su cuenta. La pena deportiva es la pena más inexplicable y más desoladora y una buena razón le tocó a la marea verde ayer. "Qué lástima. Lo hemos tenido ahí", balbuceaban unos. "Es que luego es muy difícil subir. La Tercera es durísima", terciaban otros, a la espera de que la Policía Nacional les dejase desalojar el sector del fondo que ocuparon.

8.000 espectadores en un ambiente de locura, casi griego, con centenares de ellos ya alrededor del estadio un par de horas antes del comienzo del choque. Y mucha animación, que únicamente se vio frenada durante unos minutos cuando el Cacereño marcó el 0-1.

Si se descuidan los seguidores visitantes, casi se pierden el cabezazo de Gonzalo, ese que pudo ser histórico y se quedó en nada. El largo viaje y los exhaustivos controles policiales impidieron que llegasen hasta apenas cinco minutos antes de que empezase el choque.

Los cacereños no se arrugaron nunca y por momentos se hicieron oír cantando aquello de "Una ciudad magnífica / un equipo fantástico...", algo así como un himno paralelo.

Sin consuelo

El ambiente, pese a lo caliente, fue de bastante deportividad y no se registraron incidentes. De hecho, un grupo de aficionados del Linares despidió a sus oponentes con gritos de "Cáceres, Cáceres", intentando animarles en un trago durísimo, de esos que no se olvidan nunca. Más de 400 kilómetros de ida (ilusionados) y otros tantos de vuelta (rotos y deprimidos) lo merecían.

Obligado detalle de los jugadores del Cacereño cuando, con toda la pena del resultado, se acercaron al sector de sus aficionados a agradecerles su apoyo. Mientras tanto, la invasión de campo era un hecho.

La ciudad estuvo representada en el palco por su concejal de Deportes, Pedro Muriel, por problema de agenda de la alcaldesa, Elena Nevado, que envió su apoyo moral al CPC. Antonio Martínez Doblas, propietario del club, y su padre, el presidente, Antonio Martínez Buzo, no faltaron en el triste viaje.