Sí había padres en los partidos (entre ellos, los exjugadores Gabi Abrines y Felipe García, que llevaron al Cáceres a la ACB en el 92) y presencias ilustres en una jornada plena de baloncesto (Dueñas, Cargol...). En cambio, poco más de 20 personas, siendo generosos, participaron ayer en la Escuela de Padres programada dentro del Campeonato de España infantil y cadete de baloncesto. Y eso contando con personajes de la talla de Moncho Monsalve, uno de los históricos de los banquillos, Pablo Martínez, exjugador del Cáceres CB, o Elizabeth Cebrián, una de las jugadoras más importantes del baloncesto español. Pese a la soledad y el frío ambiental de la sala, el debate en torno a la importancia de los padres en la formación de los hijos en el mundo del deporte fue calentándose tras un lógico titubeo inicial.

Hubo para todos. Arbitros, padres, medios de comunicación, entrenadores... Nadie salió indemne. Abrió el fuego un árbitro de Lleida, que arremetió contra las declaraciones huecas: "Todo lo que se está diciendo aquí está muy bien, pero no es real. Aquí no hay ningún padre. Esa es la realidad". Tras poner algunos ejemplos de su dilatada experiencia en el mundo del arbitraje y culpabilizar a los medios de comunicación de la degeneración a la que ha llegado el deporte en la sociedad actual, sentenció: "Sería más sencillo que los hijos educaran a sus padres".

Moncho Monsalve apeló a la ironía para elevar su voz sobre otra batería de bienintencionadas propuestas utópicas. "Sois todos maravillosos y soñadores", les espetó. Se declaró muy crítico con la mayoría de padres de deportistas --dijo conocer a algunos de jugadores de gran nivel que han estropeado a sus hijos como personas-- y animó a buscar con urgencia una solución al problema de la falta de empatía de los progenitores con los árbitros, los entrenadores y jugadores rivales.

Nada destacable hasta el momento. Las declaraciones se producían en la onda prevista. Pero llegados a este punto, un padre provocó uno de los momentos álgidos. Introdujo elementos que revolvieron las entrañas de la misma. La charla subió de calidad, al margen de los tópicos utópicos.

El debate sube de nivel

"Yo he entrado en el baloncesto para defender a mi hija de los entrenadores voraces, de los árbitros que buscan promoción, de los directivos... , de un deporte que separa a los niños por géneros. ¿Por qué hablamos del deporte como actividad formativa, si la actividad que no es formativa es el propio deporte?". Todos se agitaron.

Apuntó a la base misma de cualquier disciplina deportiva. "El deporte no es educativo. En el deporte se aprende a obedecer y a temer. Y a no discutir. Si discutes los árbitros se vengan. El deporte nació, en origen, para controlar a las masas". Monsalve asentía y felicitaba al interveniente por su lucidez.

Pablo Martínez insistía: "El deporte no tiene por qué ser democrático. El padre (o el entrenador) manda y el hijo (o el jugador) obedece". El padre insistía en restarle importancia al valor instructivo del deporte: "Las normas en los deportes van cambiando no para que sean más educativos o formativos, sino para que sean más espectaculares y televisivos".

Monsalve reclamaba acción: "Tenemos que hacer algo. Y os felicito por lo que habéis hecho hoy, aunque estemos pocos. Hay que delimitar lo que es baloncesto de formación y el baloncesto de élite". Todos los participantes estaban de acuerdo. Pero, entonces, una voz se alzó: "Sí, pero este torneo está organizado como unos Juegos Olímpicos".