La canasta de Freixanet no bastaba para poder jugar en la ACB. Se produjo entonces un fenómeno que también ha derivado a la extinción en los tres lustros siguientes: la conjunción de las fuerzas de todos para que económicamente tener un equipo en la super élite fuera viable en Extremadura. Todos hicieron su parte: las instituciones públicas del color que fuesen, las empresas grandes y pequeñas, la Caja de Extremadura como principal patrocinador y, desde luego, los aficionados que se abonaron masivamente. Hasta la Uex colaboró cediendo su pabellón V Centenario. Era un proyecto común que abrió las puertas a que sucediese prácticamente lo mismo cuando el Mérida y el Extremadura ascendieron dos veces cada uno a la Primera División de fútbol unos años después. Extremadura demostraba al fin que podía codearse con los mejores sin ningún complejo.