Por primera vez en 24 años España tendrá mañana la oportunidad de conquistar un gran título. Ante el rival más laureado del continente y con la mejor carta de presentación posible. Todo el mundo suelta lindezas del juego ofensivo del equipo español, que se ha convertido en el favorito de la afición austriaca, siempre tan lejana de su vecino germano. Se ven niños con banderas y camisetas españolas por las calles de Viena y la sensación de euforia sigue subiendo. Pero la locura del éxito se ha desbordado.

La mejor prueba se vivió ayer en el entrenamiento de la selección en el estadio Franz Horr, donde juega habitualmente el Austria de Viena. La sensación de improvisación y caos fue total.

MUCHO A FAVOR El contexto parece el adecuado para relanzar de una vez una selección que estaba en declive, pero no todo funciona tan bien como el genial juego del equipo. Tras dejar Neustift, la selección se instaló el miércoles en Viena. Ayer, después de la exhibición ante Rusia, se esperaba con entusiasmo el entrenamiento, pero cualquier previsión se quedó corta. Unos 500 periodistas de todo el mundo siguieron al detalle la sesión de la roja. Medios de México (casi tan volcados con la selección como los españoles), Noruega, Japón, Italia... Y, por supuesto, muchísimos alemanes.

Menos comprensibles fueron otras cosas, empezando por el estadio (con una zona en obras) y acabando con el comportamientos de los protagonistas del éxito. El entrenamiento comezó poco antes de las 12 y nadie sabía con exactitud el programa de la federación. Todo quedó en manos de la improvisación y las consecuencias fueron negativas.

Al contrario que en anteriores partidos, Luis Aragonés no habló. Tampoco los titulares. Todo quedó reducido a la opinión de los suplentes, que comentaron con premura la final. Los informadores germanos que vinieron desde Tenero (al sur de Suiza) no lo podían creer. La aventura de los periodistas españoles para hallar alojamiento fue la última guinda. España no llegaba a una final desde 1984. Mañana peleará por tercera vez por un título, una minucia al lado de las 13 finales de Alemania (siete en mundiales y seis en la Eurocopa, incluida la de mañana).

Pero los germanos cambiarían su equipo por el español, al menos eso aseguran sus informadores, que acribillaron ayer a preguntas a los españoles. El trajín fue impresionante. Y un nombre sonó por encima de todos. No era Torres, el goleador del Liverpool, ni Cesc, el cerebro del Arsenal, ni Xavi, el guía azulgrana. Ni siquiera el goleador Villa. Ayer todos se interesaban por Senna, el hombre que anuló a Arshavin. "¿De dónde ha salido , ¿De verdad es siempre tan bueno?", preguntaba un periodista de una televisión germana.

Aragonés, el jueves, se acordó de Gary Lineker, a quien entrenó en el Barça, y su clásica sentencia ("el fútbol es un deporte donde juegan 11 contra 11 y siempre gana Alemania") para apuntar a Alemania como favorita.