Una pelota gigante cuelga de la Tour Eiffel, uno de los símbolos más visibles que recuerda el inicio de la Eurocopa en una ciudad que, de momento, aguarda discretamente un torneo que la mantendrá un mes en tensión. París sigue con su vida, inundada de turistas, y sumida en un sinfín de problemas laborales que han dejado el balón a un lado. Pero este aire de aparente indiferencia acabará hoy, con el debut de Francia frente a Rumanía (21.00 h. Tele 5) en Saint Denis bajo el doble foco de lo que ocurrirá en el campo y de que no ocurra nada fuera.

Con esa doble mirada, que antes de empezar se ha traducido en una psicosis general para garantizar la seguridad, el fútbol aparece como un punto de encuentro para un país que anda peleado de norte a sur y de este a oeste, inmerso en todo tipo de conflictos. "Estamos pasando por un momento difícil, tanto a nivel político como por las recientes inundaciones. Así que es importante poner una sonrisa en los rostros de los franceses", proclamó Koscielny.

JUGAR EN PAZ Curiosamente, la selección, tan propensa a las agitaciones internas, vive una tregua tras el caso Valbuena. Ahora parece dispuesta a jugar en paz, pese al ruido que le acompañado hasta aquí. "Se debe evitar la presión a toca costa. Lo que necesitamos es adrenalina y emoción. El ambiente es favorable y no nos debe debilitar", declaró Deschamps que dice sentir algo especial: "Nunca había sentido tanto apoyo como ahora".

Sentada sobre ese volcán semidormido, y que Benzema avivó con graves acusaciones por su exclusión, la selección anfitriona aparece como una de las grandes favoritas, una condición que merece por una alineación imponente y por el plus cuando juega en casa. Campeona en el 84 y en el Mundial 98, que acompañó dos años después con otra Eurocopa, los bleus emergen como una burbuja en un país deprimido y que espera esta cita como una bocanada de aire en un ambiente lleno de tensión. Fútbol para combatir la depresión, confianza e ilusión frente a las penas de cada día.

Francia ha sido a menudo un nido de intrigas, con luchas de clanes, nacidas en cuestiones extradeportivas. La peor crisis se vivió en el Mundial de Suráfrica, en un motín que provocó intervenciones políticas y que supuso el final del técnico Domenech y de toda una generación.

Eliminada en la primera fase, el país recibió con titulares terribles: "Impostores", "Antipatriotas", "Desertores", "La vergüenza del país", muy lejos de la esperanza con la que se mira ahora a un grupo que, en los pronósticos, apunta a lo más alto. Un equipo muy equilibrado en todas las líneas, construido sobre los frutos del trabajo en el fútbol base, de jóvenes cotizados repartidos en los mejores equipos, encabezados por un gran podio: Pogba, Griezmann y Martial.

JUVENTUD Y TALENTO El jugador de la Juventus es uno de los reyes del mercado y apunta a que así seguirá todo el verano. La Gazzetta dello Sport da por hecho que el Madrid pujará por él. Es el gran deseo de Zidane.

Sobre esta mezcla de juventud, talento y osadía, Francia sueña con repetir el triunfo del 84. Pero aquella Francia queda muy lejos de la actual, que se vincula mejor a la selección del 98. Aquel triunfo se asoció al de un grupo multirracial, un ejemplo de la capacidad integradora del país, donde convivían franceses de orígenes y religiones diferentes. Una unión que en los últimos años se ha deteriorado y ha provocado graves conflictos internos. Pero la Eurocopa se impondrá ahora sobre cualquier diferencia. Y para empezar, los jugadores musulmanes, Pogba entre ellos, ya han dicho que no seguirán el Ramadán durante la competición. Cualquier sacrificio con tal de que Francia grite unida: "Allez les bleus".