Roberto Blanco Claro (Plasencia, 27-2-1976) hace algo más que un balance de la primera vuelta del Cáceres Patrimonio de la Humanidad: va hacia adelante, hacia un futuro que ve con un tono irresistiblemente optimista -incluso con el sueño de devolver la máxima categoría a la ciudad- sin despegarse del todo del pasado, de las canchas de su ciudad en las que le llamaban ‘Larry’ por Larry Bird, el jugador de los Boston Celtics.

-Hace justamente un año que asumió el mando del Cáceres. ¿Hubiera firmado entonces lo que ha ocurrido este tiempo?

-Siempre digo que no firmo nada de antemano. Sí que es verdad que fue especial cómo acabó la temporada. Empezó con aquella victoria ante el Barcelona B, con muchos recuerdos hacia mi padre, en una situación muy emotiva, y acabamos en el Pez Volador con la salvación unos meses después. Esta temporada es otro grupo, otra manera distinta de jugar, de afrontar los entrenamientos y el día a día. Esperemos que lo mejor esté siempre por llegar.

-¿Le ha cambiado mucho la vida desde entonces?

-Bastante. Siempre tengo 25 o 30 conversaciones de WhatsApp que me cuesta contestar. Básicamente en eso. Pero al final, lo demás… los amigos, la familia… lo único que hacen es alegrarse porque saben que he trabajado mucho para poder llegar aquí.

-¿Qué decisión hubiera tomado de forma distinta de todas las que ha tenido que llevar a cabo?

-Hay muchas que quizás no tuve tiempo para meditarlas todo lo que me gustaría, pero cuando uno está convencido de lo que quiere hacer, las decisiones son parte de la vida del entrenador. Cuando me propusieron coger el equipo creía que era el momento de poder ayudar, aunque no fue en la mejor circunstancia. Me hubiese gustado un proyecto nuevo, pero tenía que aceptar. Tuvimos siete derrotas seguidas y ahí tomé decisiones técnico-tácticas que sí me gustaría cambiar. Es lo que me dice la experiencia. Ha habido muchos errores, pero aciertos también.

-¿Qué ha sido lo peor?

-Hay dos momentos diferenciados muy complicados. El primero, los días después de perder por 30 puntos en Prat. Apareció la posibilidad de destituirme y devolverme a mi puesto de ayudante. Fue muy difícil porque tenía la sensación de que no había sido capaz de hacerme con el equipo y sacarlo de la situación en la que estaba. Y segundo, que la relación con Ñete Bohigas se haya roto después de siete años no es fácil, pero la vida pasa y hay que seguir adelante.

-¿Y lo mejor?

-Cuando llegué a casa y le dije a mi novia «soy el entrenador del Cáceres» hubo lágrimas y fue muy emocionante. También se lo dije a mi madre, y tuvimos muy presente a mi padre, como siempre. En lo deportivo, poder ganar al Barça B el primer partido con mis amigos y mi familia en la grada fue una sensación increíble.

-¿Cuánto tiempo cree que estará al frente del Cáceres?

-Espero que el suficiente para poder optar a subir a la ACB. Si hay un sueño de un entrenador en un sitio que siente como su casa, es ese. Me gustaría estar en ese proyecto que estoy convencido que el club va a intentar.

-El presidente de honor, Pedro Núñez, apuntó a esa dirección, aunque hace ya tres años...

-Ahora se puede ascender. Antes era económicamente prohibitivo. Pero es una doble arma, porque también se puede bajar desde la Liga Endesa y todos los años se suman dos rivales con solera en la LEB Oro.

-Se suele decir sobre usted que es muy emocional, para lo bueno y para lo malo. ¿Le gusta ser así o le gustaría limarlo?

-Me gustaría poderlo cambiar, aunque no dejar de ser transparente. Tengo mucho que mejorar: de mi baloncesto, de mi puesta en escena... pero no de eso. Sí es cierto que a veces tengo que controlar muy mucho porque no puedes permitirte que las emociones no te dejen ver con claridad lo que tienes que hacer.

-¿Es lo que le ocurrió en el desenlace del partido ante el Ourense, ¿no? Balaban mete la canasta decisiva y usted se tira al suelo y no llega a pedir tiempo muerto aunque quedaba poco más de un segundo…

-Claramente. Esa emotividad y esa expresividad me jugó una mala pasado. Lo que hice fue no darle la oportunidad a mi equipo de optar a ganar, no es que perdiésemos porque yo me tirase al suelo. Creo que soy muy profesional, pero en ese segundo fallé. Pasé página y sé que no debe volver a suceder.

-¿Lo de perder los cuatro partidos que se han resuelto por 1-2 puntos es solo casualidad?

-No. A la hora de llegar a momentos finales hay que tener muy claro dónde se quiere y cómo se quiere la pelota. El día de Ourense, Rakocevic tiró solo. El de Palencia, a Arkeem le llega el balón en buenas condiciones a un metro de la canasta. He visto el vídeo muchas veces. Es falta de Dani Rodríguez, aunque tampoco creo que perdiésemos por los árbitros. Sin embargo, contra Alicante no conseguimos levantar el balón y eso es un error.

-¿8-9 es un buen balance o lo afea mucho haber perdido cinco de los últimos seis?

-Todo es según se mire. También podemos decir que, cuando acabemos el de Huesca el viernes, habremos jugado solo un partido en casa de los últimos cinco. Las estadísticas las puedes coger de muchas maneras. Esas tres derrotas de uno y dos puntos nos han hecho pensar que somos vulnerables. Si tenemos ocho victorias, es que nos hemos ganado las ocho. Podíamos haber optado alguna más, pero lo mejor es que hemos vuelto a generar ilusión, no simplemente que se hable de nosotros como un equipo que a ver cómo aguanta la temporada. Eso para mí es importante.

-¿Le vale con la permanencia?

-Nunca me conformo con lo mínimo. Trabajamos para ganar todos los partidos. Es de perogrullo, pero no me conformo. Ni tampoco los jugadores.

-¿Qué es lo que más tiene que elogiarle y que reprocharle a sus jugadores?

-Lo que más que elogiarles, la entrega absoluta, la predisposición, la dedicación, estar siempre con la alerta para mejorar. Es un grupo cohesionado y eso es vital. ¿Reprocharles? Son seres humanos y se equivocan tanto como yo. Sí que es verdad que en algún momento hemos podido pensar que podíamos ganar los partidos por ser una revelación en la liga, hacer más cosas de las que podemos, solucionar las cosas de manera individual… Pero en una balanza, el trabajo está muy por encima de cualquier fallo.

-Se empieza a hablar de que la ‘mano dura’ está pasando de moda entre los entrenadores…

-En mi trabajo de cantera yo era mucho más duro de lo que soy ahora, pero es que la gestión de grupo, de personalidades, de individuos, es muy importante, por encima de la táctica en el baloncesto. Tienes que saber que lo que tienes delante no es un trozo de carne. Cuando hay once jugadores diferentes, hay algunos a los que les tienes que levantar la voz y a otros a los que no, a los que debes intentar convencerles de otra manera. Debes meterte en su cabeza y llevarles a tu terreno.

-Se le reprocha a veces que es demasiado amigo de jugadores como Luis Parejo…

-Es un error gravísimo. Se está cuestionando a un jugador que es nuestro capitán y que lleva aquí siete años, y la también profesionalidad del entrenador. Si alguien ve un entrenamiento, sabrá que soy justo en cuanto a la exigencia. Le pido más que a ninguno. Es una amistad real, que no hay ocultar nada. Que tengas amigos dentro de un equipo no quiere decir que le vayas a tenerles más minutos en pista. Ahí está la estadística de quién es el alero que menos está jugando en los últimos partidos…

-¿Cuál fue el problema con Kosta Jankovic?

-Sylvester Berg. Tenemos seis o siete ‘trabajadores de la mina’ y tres o cuatro que necesitan más el balón. Jankovic era de estos, pero en un equipo que necesitaba crecer desde la defensa, Sylvester fue mejor y se adaptaba mejor a lo que necesitábamos. Son completamente distintos.

-¿Cuál es la parte de mérito del director deportivo, Sergio Pérez, y cuál la suya en la construcción de la plantilla?

-El trabajo se ha hecho entre él, Armando Gómez y yo. El fichaje de Berg lo puso sobre la mesa Sergio. Estoy muy contento con lo que hemos traído porque son jugadores que han conseguido que la gente se identifique con ellos.

-Ha mencionado a Armando Gómez, cuya incorporación como ayudante este verano, teniendo un currículum amplio, levantó alguna suspicacia…

-El trabajo con él y con el otro ayudante, Javi Salas, es espectacular. No puedo decir absolutamente nada que no me haya gustado. Si queremos hablar de Armando en concreto, es sensacional. Los tres juntos somos un gran equipo.

-¿Cómo se siente cuando tiene que dar órdenes a alguien como Ricardo Úriz, que es casi de su misma edad? ¿No le ve un poco ansioso para anotar?

-La relación es de respeto absoluto. Él también respeta mi trabajo. Tiene licencia para hacer los tiros que hace. Si hay alguien que sabe lo que tiene que hacer, es él. Es un aprendizaje mutuo en el día a día. Si toma una decisión mala, toma otras diez buenas.

-¿Hacia dónde cree que va el Cáceres como club?

-En la directiva se ha generado una nueva ilusión, con un entrenador de la casa desde el inicio. El equipo de Liga EBA lo está haciendo muy bien y podemos tener pronto un jugador de la cantera en el primer equipo. Hay pocos clubs tan completos como el nuestro. Se trabaja para que esto tenga continuidad y creo fielmente que el club va a seguir adelante con un objetivo muy importante, que es que vuelva donde Cáceres estuvo tantos años.

-¿De verdad que ve algún día algún jugador formado en el San Antonio teniendo un papel mínimamente relevante?

-Sí, aunque no estaría bien dar un nombre. Es un debate muy extenso el de por qué no ha llegado ninguno antes. Ahora se está creando la estructura adecuada.

-¿Cómo ve el baloncesto extremeño en general?

-Cuando yo jugaba y empecé a entrenar, siempre había un mínimo de seis equipos en en categoría nacional masculina y ahora hay tres. También había más en femenino. Hay un problema cultural: a los chicos juniors ya no les gusta tanto entrenar y las chicas juniors arrastran un problema histórico que hay que estudiarlo para que no dejen de jugar al baloncesto cuando llegan a esa edad.

-¿Se salvará el Nissan Al-Qázeres Extremadura?

-Espero que sí. Siempre que puedo voy a verlo. Tengo muy buena relación con Ricardo [Vasconcelos] y hablamos a menudo cuando coincidimos. Les deseo lo mejor porque será lo mejor para el baloncesto de Cáceres.

-La última. ¿Su ídolo sigue siendo Larry Bird, como cuando era un niño en el barrio de El Pilar, en Plasencia?

-Solo he tenido un ídolo en mi vida y es él. La única persona a la que le hubiese pedido un autógrafo. Contaré algo: Mi padre era de los Lakers y yo de los Celtics y en el 2008, cuando ganamos la NBA en el séptimo partido, se cabreó un poco conmigo cuando vio la camiseta de Boston puesta en la televisión al despertarse.