«Tengo una espina clavada y sé que algún día volveré». Cuatro temporadas después del descenso a Tercera del Cacereño, David Cuerva tiene interiorizado aquel dolor de Linares, aquel episodio de la historia que tantos hubieran querido desterrar. Él, que lo vivió tan de cerca, también. ¿Qué ocurrió?, «Fue un cúmulo de cosas. En la plantilla había jugadores que llevaban tiempo arrastrando problemas económicos del club y estaban quemados. Se notó», dice.

A sus 28 años, el centrocampista apura sus últimos días en su ciudad de adopción, de donde es su familia y la más cercana ahora, su mujer Paloma, antes de volver a Tailandia, en cuyo fútbol volverá a lucir su talento. Desde aquel día en el que Lopito le paró todo a Gonzalo en Linarejos, jugó en el propio club andaluz, en el país asiático, en el Barakaldo y en Islandia, «donde están creciendo mucho y es un país increíble», cuenta.

Ahora retorna a Asia, pero en noviembre ha entrenado en el Cacereño. Incluso se ha especulado con su fichaje. «Me ha surgido esto de Tailandia... tengo que aprovechar para vivir experiencias, pero el Cacereño es mi club, en el que me formé».

Cuerva habla con devoción de lo cercano. «Esté donde esté, sigo al día a los equipos de mi tierra; además del Cacereño, el Villanovense, ahora el Extremadura, que espero que siga muchos años en Segunda...». En concreto sobre el Cacereño, dice que durante los entrenos ha podido ver que «hay un gran vestuario y cuerpo técnico, con Julio Cobos, que tiene muchas posibilidades de subir. Ojalá».

A Cuerva le hubiera encantado entrar a formar parte en un proyecto ambicioso en España. «Ahora estoy en mi mejor momento futbolístico. Yo incluso me hubiera quedado en España ganando menos, pero no se ha dado», asegura.

Sabe el deportista que aún le resta bastante en su carrera profesional, «al menos seis años», calcula, para reivindicarse, como ha hecho siempre, estuviera donde estuviera, fiel a una idea: la del colectivo, al que siempre se ha sumado, dejando el talento en segundo término.