El día de semidescanso le sentó de maravilla a Michael Phelps. Saltó un par de veces a la piscina, dejó que otros tomaran la iniciativa en las rondas de clasificación y recobró todas las fuerzas que pudo cara al demoledor esprint final que le queda en los Juegos de Pekín para reescribir la historia olímpica de arriba a abajo. Las finales de los 200 estilos de esta pasada madrugada, de 100 mariposa de la próxima y de los 4x100 estilos del domingo deben culminar su obra maestra: superar los siete oros que su compatriota Mark Spitz logró en Múnich hace 36 años y dejar así el techo de la hazaña al filo de lo imposible.

El supercampeón de Baltimore se reservó ayer todo lo que pudo. Dejó que su amigo Ryan Lochte liderara las semifinales de los 200 estilos (él fue segundo, a una centésima) y que el sorprendente croata Milorad Cavic mandara en la primera ronda de 100 mariposa (Phelps le cedió 11 centésimas). Intentó relajarse y ahorrar unas fuerzas que ya escasean, pero su rutina no pudo cambiar mucho de la de uno de sus días habituales en ese maratón natatorio que se ha impuesto. Sus energías están casi en la reserva, y más ahora que se ha confirmado que el supercampeón no viene de otro planeta.

"He visto la parte terrenal de Michael últimamente y puedo garantizar que es humano" , aseguró su entrenador, Bob Bowman, al hilo de las irónicas especulaciones de los últimos días, que hablaban de una criatura sobrenatural o regresada de un futuro lejano. "Estoy muy centrado para estos tres días. Yo solo nado, literalmente llego al agua, me lanzo y nado. No tengo fuerzas para más", reconoció la Bala de Baltimore .

RUTINA SALVADORA Phelps, a pesar del cansancio acumulado, se comprometió a luchar hasta el último aliento por culminar su compromiso con la historia. "Voy a intentarlo, estoy concentrado en ello. Intentaré usar todas las reservas que me quedan y haré todo lo que pueda. Solo puedo garantizar esto", dijo el nadador. Aparte de ir a la piscina, nadar y volver a la villa de los atletas, lo único que va a intentar con todas sus fuerzas será "descansar".

La rutina es la mejor aliada de la estrella estadounidense, que ayer se encontró arropado por la presencia como espectadores de las figuras de la NBA Kobe Bryant y Lebron James. "Ha sido bonito, me hace sentir bien", comentó al respecto. Por lo demás, no se aparta del guión de un día a día espartano, casi monacal.

Ayer se levantó a las ocho, una hora más tarde de lo habitual; media hora más tarde estaba en el autobús camino de la piscina. Allí empezó su habitual rutina de estiramientos y calentamiento, por espacio de 40 minutos. Una hora y media antes de la prueba ya estaba en el agua. Y, después de nadar, un análisis de lactosa --"para comprobar que todo esté correcto", dice Bowman--, pasar el control antidopaje --casi siempre le toca--, un masaje y de regreso al alojamiento, comer, y reanudar el ciclo para la carrera de la tarde.

DOCUMENTALES Y JUEGOS El poco tiempo libre que le queda lo emplea Phelps en relajarse. Y lo que más le destensa de tanto ajetreo son los documentales televisivos sobre maravillas naturales de Planeta Tierra. También dedica algo de tiempo a jugar en el ordenador al Age of Empires, videojuego que le encanta. "Sí, creo que esas distracciones le sientan bien", confirmó su entrenador, que ayuda a su pupilo además a estar tranquilo en la villa donde se alojan los deportistas. "Los atletas han sido tremendamente respetuosos con su privacidad. Michael necesita a alguien que le proteja de autógrafos y fotografías, y ese soy yo".

Pero al sucesor de Spitz le quedará en estos tres días poco espacio para la relajación, el descanso y los documentales. Si su compañero Lochte no ha sido capaz de darle un susto en los 200 estilos, quien sí puede hacerlo es Ian Crocker, un nadador que entrena en Austin con el espaldista Aaron Peirsol y el bracista Brendan Hansen a las órdenes del mismísimo seleccionador jefe estadounidense, Eddie Reese.

Crocker, plusmarquista mundial de la prueba, ha vivido muchas experiencias con Phelps, y no todas agradables. La última vez que le ganó fue en los Mundiales de Barcelona del 2003. Desde entonces, Phelps inclinó la balanza a su favor en los Juegos Olímpicos de Atenas-2004, el Mundial de Melbourne-2007 y las últimas pruebas de clasificación olímpica de EEUU. Pero en cambio, Crocker le debe dos favores: Phelps le dejó nadar la final de los 4x100 estilos del 2004 y le ha perdonado la eliminación en el mismo relevo en Melbourne al saltar antes de tiempo al agua en un relevo. Un relevo destinado a poner el bronce final al desafío de Phelps.