La grave crisis económica que venimos sufriendo en todos y cada uno de los sectores que conforman el conjunto de la economía de nuestro país --que, dicho sea de paso, es trasfondo de la profunda crisis financiera que estalló hace ya unos años-- viene golpeando al fútbol español con especial virulencia en formas de insolvencia y falta de liquidez.

Insolvencias por no poder hacer frente a los pagos obligados a organismos públicos y otros acreedores y, falta de liquidez por problemas de tesorería al solicitar el aplazamiento de pagos ordinarios que genera la gestión diaria de la entidad deportiva.

Sin embargo, y a pesar de lo anteriormente expuesto, en términos económicos, el fútbol español presenta crecimiento, es decir, el negocio del fútbol profesional cada año presenta balance positivo, pero, aquí se presenta el interrogante, ¿Cómo es posible esto si, de los 21 clubes/SAD profesionales europeos acogidos hasta la fecha, al concurso de acreedores, 20 de ellos son españoles? Luego, si en términos económicos crece el negocio del fútbol, es porque no está quebrado, pero, sin embargo, por otro lado, se producen insolvencias, por consiguiente, es evidente que algo falla.

Desde el primer club/SAD que solicitó la aplicación de la Ley Concursal, la UD Las Palmas, pasando por Alavés, Málaga, Sporting de Gijón, Celta de Vigo, Real Sociedad, Racing de Santander, Hércules de Alicante, Zaragoza, Rayo Vallecano, etc., y así hasta veinte clubs/SAD; todo un rosario de entidades deportivas profesionales necesitadas de reflotamiento para poder seguir compitiendo en la que se ha dado en llamar "la mejor Liga del mundo".

El fútbol español, es obvio que presenta un problema muy grave que necesita de una solución definitiva, satisfactoria y con urgencia.

El diagnóstico de la enfermedad está meridianamente clara, la insolvencia; pero el quid de la cuestión radica en su curación, la cual no responde al tratamiento con los medios hasta ahora empleados.