España ha entrado en una zona tenebrosa, oscura y, a la vez, desconcertante. La Roja había viajado con comodidad por la Eurocopa hasta que el martes pasado una galopada de Perisic le cambió el mapa, obligándole a fijar nuevas coordenadas en su GPS para no extraviarse definitivamente. Ahora París es el próximo destino e Italia, la Italia de siempre, defensa de hierro, poco fútbol, pero mucho corazón, aparece en el horizonte.

El gol de Perisic desnudó el supuesto oficio de España --a tres minutos del final, y con un valioso 1-1, ¿qué hacían los dos laterales merodeando la casa de Subasic en vez de arropar a Piqué y el nervioso De Gea?-- y la mandó al túnel de tiempo, rescatando días y debates que se creían olvidados.

Vuelve España a su historia de cainismo, incapaz de mantener la serenidad por un inexplicable tropiezo que le ha complicado la vida. No, no fue solo el fútbol de los croatas. Fue la propia España la que se metió en un lío llorando por lo que pudo ser una autopista hacia la final, con Polonia o Suiza en cuartos. Italia será el lunes el primer obstáculo. Pero después abrá que agarrarse con curvas más cerradas ya que en cuartos podría cruzarse con Alemania y después emergería la figura de la Francia de Deschamps o la Inglaterra de Vardy y sus amigos. O sea, se mire como se mire, una encerrona para España, colocada ahora mismo, y por errores infantiles, en el foco de la sospecha donde por debatir se debatirá hasta el grosor del bigote de Del Bosque.

De nada le valió su gran arranque guiada por un luminoso Iniesta porque llegó la primera y verdadera piedra en el camino y se desmoronó. Y lo más duro fue perder hasta la identidad. Se apagó Iniesta y nadie supo encender la luz del juego.

RAMOS, BAJO SOSPECHA Al lado oscuro descendieron, sobre todo, Sergio Ramos, invitado especial en el primer gol croata unido a ese decisivo penalti fallado, y De Gea, a quien ya se le vio inseguro antes incluso de recibir los dos primeros tantos del torneo. En el penalti se vio lo que es España. Parecía que se decidía de manera asamblearia con Cesc agarrando el balón, preparado para tirarlo. Llegó el patrón, el capitán del Madrid, y se acabaron todas las discusiones. "¿El penalti? Iba a tirarlo, pero vi a Ramos con confianza", reveló Iniesta, otro de los candidatos frustrados, al igual que Cesc o incluso Silva.

Falló Ramos. España se desplomó y Piqué, de quien dudan sin sentido alguno en cada gesto, apareció para levantar la voz. "Nunca he faltado el respeto a nadie en este país. Seguimos siendo una familia", proclamó el defensa del Barça, uno de los líderes, junto a Iniesta, de una España, recostada, muy a su pesar, en el diván. Tensa y nerviosa anda. Italia, su enemigo el lunes, lo está aún más porque le aparecen los viejos fantasmas.

JUGAR AL FUTBOL Los dos últimos episodios son dramáticos para la squadra azurra . Aquellos penaltis del 2008 cuando Luis inició la senda de la modernidad. Italia tiene, además, el recuerdo de la final perdida con España en la Eurocopa hace cuatro años (4-0). España sabe que no hay más camino que volver a tener la pelota y jugar a fútbol. Si no lo hace, se verá haciendo las maletas de vuelta a casa antes de lo previsto.