La selección de los Estados Unidos se colgó el cartel de cuartofinalista en Pekín 2008 en un 'remake' de la semifinal del pasado Mundial 2006 que poco, o prácticamente nada, tuvo que ver con aquella noche del 2 de agosto de hace dos años en el Saitama SuperArena de Tokio, más que nada porque, en esta ocasión, el perdedor fue Grecia y, por ende, porque ahora no había ninguna medalla en juego.

El 111-95 que los griegos obtuvieron en las semifinales del Mundial de Japón 2006 sobre el conjunto estadounidense queda ya lejos. Grecia ha cambiado, no mucho, pero ha cambiado. Los Estados Unidos, con el mismo entrenador, Mike Krzyzewski, y algunos de los jugadores que perdieron aquel tránsito hacia la final mundialista (Lebron James, Carmelo Anthony...), también ha cambiado. Da la impresión que a mejor.

En realidad, en el reencuentro entre los helenos y los chicos de las barras y las estrellas desde Japón todo ha cambiado. Transformaciones poco profundas a simple vista, pero abisales por debajo de la superficie apreciable a bote pronto. Grecia ganó en Tokio con todas las de la ley. En China perdió sin discusión.

El ten con ten de la capital china alcanzó, minuto arriba minuto abajo, hasta el descanso. En la segunda parte los apasionados seguidores orientales, que sienten una admiración indescriptible por los jugadores norteamericanos, lo pasaron en grande con el paseo de los NBA a partir del intervalo.

Nadie hubiera puesto la mano en el fuego por los estadounidenses hasta el comienzo del tercer periodo. En el primer tramo, la tercera falta personal en apenas tres minutos de juego de Jason Kidd -algo sorprendente, ya que supone un promedio de más de una falta por minuto en un arranque de partido, cuando todavía se libran acciones de guerrilla- y el 13-13 que el marcador indicaba cuando ya ambos equipos se habían asentado ya sobre la cancha, junto con el recuerdo aún fresco del Mundial 2006, levantaba interrogantes de todo tipo sobre la suerte que podían correr los 'yanquis'.

Krzyzewski, más conocido como 'Coach K' (Entrenador K) para abreviar y evitar la intrincada pronunciación del apellido, incluso colocó a los suyos en una zona 2-3 (el técnico griego también había dispuesto una colocación zonal que estaba complicando la vida al ataque norteamericano) porque también percibía el peligro latente de los griegos -nadie mejor que él en la formación norteamericana para hablar de ello, claro-.

Pero todo llevaba a una misma conclusión. Las tres faltas de un hombre como Kidd, curtido en mil batallas, en menos de tres minutos reflejan el principal cambio de los estadounidense respecto a 2006: la actitud. El veterano base cometió las faltas porque este equipo, a diferencia de aquel, tiene los cinco sentidos puestos en la competición.

Estos profesionales, empezando por Kobe Bryant, cuyo comportamiento contrasta con el de algunas de las pseudoestrellas presentes en el Mundial japonés, han venido a China a por el oro. Ya no queda duda. Pero no de boquilla. Han venido a ganárselo. Es decir, que si no lo ganan, el equipo que suba al primer escalón del podio podrá presumir de haberse impuesto a un equipo de hombres correctos.

La seriedad que están demostrando pasito a pasito los Estados Unidos descabalgó a los actuales subcampeones del mundo lenta pero inexorablemente a partir del segundo tramo. Las diferencias en ese periodo entraron en el terreno de las decenas (38-28 m.17) y desembocaron en el periodo al borde de los veinte tantos de distancia (51-32).

En ese entorno quedó para el resto del encuentro porque ni los americanos ni los griegos estaban dispuesto a quemar fuerzas que, sin ninguna duda, van a necesitar más adelante porque ambos conjuntos aspiran a hacer algo sonado. Fue una tregua lógica, pero no el final de la contienda. En poco más de una semana habrá respuestas para todo.