Tenía la ocasión de su vida para demostrar su innegable talento. Le bastaba con repetir su brillante actuación ante Holanda, que le convirtió en la gran sorpresa de la Eurocopa. Esa era su sueño, pero se quedó en eso, en un deseo sin realidad. Andrei Arshavin no tuvo ayer su noche. El hombrecillo que desactivó todos los esquemas de Van Basten pasó desapercibido por el Ernst-Happel Stadion de Viena. Justo ahora, que acaricia su sueño de jugar en el Barça, fue otro azulgrana, otro jugador con un cerebro privilegiado, quien le robó el protagonismo. Xavi Hernández volvió a aparecer en el momento adecuado para encarrilar el éxito.

El pequeño Arshavin era el hombre en el que se centraban las miradas. Y Xavi, ajeno a tanto ruido, tramaba su gran noche. Media Europa ha preguntado ya por este jugador, que ha sido capaz de cautivar a los mejores clubs en apenas dos partidos. El teléfono de su agente, Dennis Lachter, no para de sonar desde el sábado.

Un diez desconocido

La imagen final de Arshavin, cabizbajo, hundido, ahogado por la lluvia y su pésima actuación, era el reflejo evidente de lo que había ocurrido en el campo. Con el 10 a la espalda, ese mítico número con el que brillaron astros como Pelé, Maradona, Platini, Roberto Baggio o Zidane, el pequeño Andrei representaba para muchos el cambio de rumbo vivido en esta Eurocopa, un torneo que ha conseguido quitarse el corsé del último campeón --la tacaña Grecia-- para abrirse al fútbol ofensivo de la bella España, Rusia o la omnipresente Alemania.

Tras perderse los dos primeros partidos por sanción, el genio de San Petesburgo es ya un ídolo en un país ansioso de recuperar glorias pasadas en el fútbol. Ayer se enfrentó a jugadores con los que puede compartir vestuario la próxima temporada. Ese es su objetivo. Jugar en el Barça de Pep Guardiola, junto a Puyol, Iniesta y Xavi, los mismos que maravillaron anoche en Viena.

Como en el duelo ante Holanda, Arshavin se situó en el puesto de mediapunta, un poco escorado a la izquierda. Apenas tocó el balón. Su primera aparición surgió al cuarto de hora, cuando Puyol le derribó para evitar males mayores. El árbitro le perdonó la tarjeta al central catalán, que volvió a encontrarse con el menudo futbolista en un violento choque segundos antes del descanso. Doloridos por el golpe, ambos dejaron brevemente el campo. El capitán azulgrana se interesó por su rival, que le respondió con complicidad. Quizá se vean más a menudo.

Con la máquina española carburando a la perfección, Arshavin desapareció. Todos lo esperaban y nadie lo vio. Xavi, en cambio, apareció para encarrilar el pase a la final. Se asoció con Iniesta y Cesc para comandar un baño impresionante. Mientras tanto, Arshavin, habituado a los problemas tras una dura infancia, su difícil carácter le llevó a perder la capitanía del Zenit y de Rusia. Ayer tampoco brilló.