La afición portuguesa ha pasado en dos semanas de Eurocopa por todos los estados de ánimo, desde la depresión a la euforia, y los sociólogos tratan de prever ahora qué ocurrirá en las próximas fases del torneo, si siguen los éxitos o llega el temido fracaso. Se habló de "tragedia griega" y de "triste fado" y la autoestima, por la que ha clamado desde hace tiempo el presidente Jorge Sampaio, se situó bajo mínimos, mientras las encuestas mostraban a una hinchada convencida de que la Eurocopa laboriosamente preparada iba a ser un grave fracaso para sus colores. Ahora toda la esperanza del país pasaba por echar de la Eurocopa a los "hermanos españoles", y se desempolvaron los viejos fantasmas de Aljubarrota, los Felipes, Olivenza o la invasión económica con El Corte Inglés como nave capitana. Y, al final, tuvieron la alegría soñada.