Lo tengo que admitir y explicar. Veo a Cadel Evans demasiado nervioso desde el inicio del Tour de Francia. Va excesivamente tenso en todos los momentos de la carrera y esto no es bueno ni para él ni para el resto del pelotón. Ayer se cayó justo cuando terminaba el recorrido neutralizado, en Saint-Malo. La carretera se ha estrechado en un puente y a él no se le ha ocurrido otra cosa que jugar a ver quién frena el último. Y cuando entras en ese juego lo más normal que ocurre es que acabas en el suelo. En la caída también se ha visto envuelto uno de los hermanos Schleck, aunque, como sucede en este caso, te levantas tan rápido, que no he podido identificar si se trataba de Frank o de Andy.

Norma número uno. Y a eso voy. No debes desestimar jamás ninguna etapa del Tour. Ayer afrontábamos en teoría, solo en teoría, la jornada más tonta de esta edición de la carrera francesa. Un día sencillo, de lo más tranquilo y casi con tiempo para aburrirte sobre la bicicleta. Pues la verdad, el día ha sido un sinsentido constante, sin lógica alguna. Ha habido una tensión enorme en el pelotón. Más caídas. Nos hemos remojado y hasta hemos pasado frío. Con el agua, además, no puedes evitar que se te mojen los pies por más que te protejas. Yo he acabado con las plantas arrugadas. Ha sido el típico día en el que más que ganar puedes perder el Tour. Y esto es lo que les ha pasado a Dennis Menchov y a Ricardo Riccò.

Ambos corredores se han quedado cortados después de producirse una caída. He visto claramente cómo se fragmentaba el pelotón. Nosotros íbamos perfectamente situados delante, aunque lamentando la poca colaboración que hemos tenido a lo largo del día por parte de los equipos con velocistas para disputar la victoria. No hemos tirado tras la caída porque no era elegante. Ganar tiempo así no es, al menos para mí, la forma más bonita de correr. También hemos decidido no volvernos locos defendiendo el amarillo de Alejandro porque de momento era un maillot pasajero.

*Excampeón del Tour.