En el mundo del ciclismo hay cosas que no cambiarán nunca. Si los ciclistas fueran estudiantes y hubiesen suspendido el curso en julio, no les quedaría otra opción que volverse a examinar en septiembre. El que saca matrícula de honor, léase Alberto Contador, se va de vacaciones. El que abandona París con una calabaza en la mochila se apunta a la Vuelta, se prepara a conciencia durante el mes de agosto y en la primera llegada en alto de la prueba, casi sin proponérselo, se viste de líder. Léase ahora el nombre de Cadel Evans, el corredor australiano que ha sido dos veces (2007 y 2008) segundo en París y que desde ayer aventaja a Alejandro Valverde en dos segundos, ante la segunda cita montañosa, hoy en Xorret del Catí.

Los ciclistas españoles, muy puestos a poner motes, denominan a Evans como el garrapata . Si está en forma, como parece estarlo ahora, se engancha a la rueda que considera más peligrosa, en este caso la de Valverde, y cuesta Dios y ayuda soltarlo. Y aunque el murciano declarara ayer en la cumbre de Aitana que se encontraba feliz por el resultado de la maratoniana etapa por la sierra alicantina, el líder del Caisse d´Epargne --otro al que no permitieron examinarse en julio-- descubrió a un contrincante duro y complicado.

LOS RADARES Evans es una amenaza, para Valverde y también para Samuel Sánchez, tercero de la general a solo 8 segundos, otro que prefirió jugarse el curso académico en los exámenes de septiembre, y que ayer se dio un castañazo de consideración, en los instantes en los que el Caisse d´Epargne trataba de anular la escapada del día.

La primera llegada en alto de la Vuelta se desarrolló con el habitual guión que suele trazarse en todas las grandes rondas. Da igual que sea el Giro, el Tour o la Vuelta. La primera montaña es de tanteo, de eliminación, y los grandes candidatos al triunfo se decantan por poner a su equipo a trabajar; un tren endiablado que ahogue a contrincantes, tal como pasó ayer en Aitana, una instalación del Ministerio de Defensa, administrada por el Ejército del Aire y cuyos radares controlan el tráfico aéreo del levante español.

Las barreras de Aitana solo se abren al paso de la Vuelta. Es entonces cuando los corredores descubren seis kilómetros de intensa subida por un firme apenas desgastado por los vehículos militares. Es entonces cuando los aficionados alicantinos pueblan las cunetas y corredores como Cunego, vencedor de la etapa, tratan de que salten los radares al ascender Aitana en su último kilómetro a más de 25 por hora.

Es entonces cuando la Vuelta se anima con las aceleraciones de Ivan Basso --corredor que también eludió las evaluaciones de julio--, que Valverde neutraliza sin problemas, con Evans enganchado como una garrapata a su rueda y Samu Sánchez, amenazante y firme, para demostrar que también sabe subir tan lozano como los demás.

Evans, Sánchez, también Basso y Valverde. "Todos dispuestos a pelear hoy al máximo en el chispeante Xorret del Catí, solo cinco kilómetros, pero con rampas crueles del 19%.