De pronto, los dos hijos de Thomas Vermaelen se abalanzaron sobre la gigantesca pantalla de televisión que hay en su casa. Estaban Ace Roman y Raff Vermaelen emocionados, tocando asombrados la imagen en la que salía su padre, algo poco habitual, formando la defensa titular del Barça en el clásico contra el Madrid del pasado 23 de diciembre junto a Sergi Roberto, Piqué y Jordi Alba.

Se tiraron emocionados a acariciar a su padre a través del plasma, poco acostumbrados como estaban a verlo ahí. Excelente estuvo el exdefensa del Arsenal en el Bernabéu despojándose en dos últimos meses de esas merecidas críticas que le perseguían. Y con razón.

‘Rendimiento inmediato'

De pronto, Vermaelen volvió a ser el central que fichó el Barça hace casi cuatro años, con un rendimiento, ahora sí, inmediato. Inmediato, como anticipó en su día Andoni Zubizarreta, criticado desde entonces por esa frase, en un contexto realmente complejo.

Se rasgó Umtiti cuando perseguía a Iago Aspas en el Camp Nou y el líder de la Liga se quedó sin su gran coloso defensivo. Pero entonces Valverde halló el premio que tanto buscó desde el verano. Era cuando el Barça andaba detrás de un central (Íñigo Martínez, de la Real Sociedad, era el gran candidato del técnico), aunque, al final, no llegó nadie.

Vermaelen, entretanto, seguía desaparecido. No había rastro del exjugador del Arsenal, quien estuvo literalmente de espectador. En los diez primeros partidos de la temporada, el belga fue descartado en nueve consumándose los meses de incomprensión donde no tenía ningún sentido su continuidad. Valverde no se lo llevaba ni al banquillo.

Vermaelen recibe la felicitación de Mascherano y Sergi Roberto en un partido de Liga / JORDI COTRINA

Fue cuando el central, de 32 años, entendió que su triste etapa azulgrana estaba llegando a su fin, entre otras razones porque no quería perder su billete al Mundial de Rusia con la prometedora Bélgica de Bob Martínez, donde brillan talentos como Hazard, De Bruyne, Courtois... Empezó Vermaelen a hacer las maletas porque un mísero partido de titular en tres meses (el debut en la Copa contra el Murcia) presagiaba su adiós.

Tenía que jugar donde fuera para no quedarse sin su último Mundial, pero Umtiti se rompió cuando perseguía al delantero del Celta y emergió un Vermaelen nunca visto antes en el Camp Nou.

Las esperanzadoras palabras de Valverde, cansado de responder siempre lo mismo sobre él («es un jugador que ha estado bajo sospecha, pero yo lo veo bien», decía una y otra vez el técnico), tuvieron, finalmente, repercusión en el campo. Entró Vermaelen en un escenario complejo, pero sale ahora con la sensación del deber cumplido. Sus hijos empezaron a verlo con asiduidad en la tele, mientras Mascherano, caprichoso como es el fútbol, asumía con pesar su nuevo rol de suplente.

En Mestalla empezó todo

Era Vermaelen quien tenía las maletas preparadas para abandonar el Camp Nou en el mercado invernal. Pero su gran rendimiento en partidos llenos de dificultad emitieron unas señales que no se le conocían de azulgrana.

Todo empezó en Mestalla cuando la sanción de Piqué y la lesión del Jefecito le hicieron formar una extraña pareja de centrales zurdos con el solvente Umtiti. Aquel exigente partido sirvió al belga para reconciliarse consigo mismo. Primero porque pudo acabar los 90 minutos sin notar ninguna molestia física, abandonando todos los temores que espantaba su figura. Luego, porque solo hizo una falta -a más de 30 metros, eso sí, de Ter Stegen- y su acierto en el pase rozó un brillante 90%. Cuando se quebró Umtiti tembló el barcelonismo, mientras la perseverancia de Valverde le permitía descubrir uno de esos tesoros ocultos.

Valverde, con Vermaelen al fondo, en un entrenamiento en la Ciutat Esportiva / JORDI COTRINA

Se levantó el mejor Vermaelen, capaz de firmar una prodigiosa racha de regularidad (ha jugado 10 partidos completos de los últimos 12), sintiéndose el jugador que fue en su día. El Txingurri, poco dado al protagonismo, desapareció de la escena, feliz como estaba. Disfrutaba de la resurrección de un central que ya se creía prácticamente perdido para la elite.

No era el belga ni el cuarto zaguero del equipo porque vivía más tiempo en la enfermería que en el campo. Ahora, en cambio, se le ve atrevido cabalgando por los campos más exigentes (Vila-real, Madrid, San Sebastián, Cornellà...) con Polly Parson, su mujer, y sus hijos pegados a la pantalla de la tele.