Con el primer fin de semana de mayo, llega cada año el momento de vibrar con las motos. La disputa del Gran Premio de España de motociclismo en Jerez de la Frontera echa a la carretera a miles y miles de amantes de las dos ruedas. El circuito andaluz se convierte en el centro neurálgico de los apasionados a este deporte. La peregrinación convierte a la localidad jerezana en el templo sagrado de los moteros .

Pero el espectáculo no se acaba con el banderazo final en la carrera de MotoGP. Eso lo saben en Mérida, en Cáceres, en Badajoz, en Plasencia... Es la hora de regresar para esos más de 200.000 pilotos que han estado en Pelousse o en la recta de meta y que este año tuvieron que aguantar bajo la lluvia. Sin ellos, sin esos fiebres , el Gran Premio de España no sería el mejor del mundo. Ellos también son recibidos como partícipes del éxito de Gibernau por las carreteras extremeñas. Banderas de España, bocinas, y repetidos gestos de victoria --un icono de identificación para los moteros-- lucían ayer las entradas y salidas de las ciudades de la región al paso de la legión motorizada.

La rotonda de Renfe en Cáceres fue otro año más un centro de reunión para los curiosos moteros. Ráfagas, bocinazos y saludos desde el asfalto simbolizan el hermanamiento de personas que sólo tienen en cómun una cosa: su pasión por las dos ruedas.