Los directivos de Betis y Sevilla calentaron desde el partido de ida de Copa del Rey el ambiente entre ambos conjuntos, consecuencia de lo cual tuvo lugar, el pasado miércoles, la agresión al entrenador Juande Ramos. Imágenes que han podido verse en todo el mundo y que han trasladado una imagen distorsionada del fútbol español. En este sentido, apuntan las opiniones de los representantes del mundo del deporte consultados por EL PERIODICO EXTREMADURA, que en su mayoría acusan directamente a los máximos representantes de ambos equipos de provocar un ambiente propicio para que algún exaltado pudiera cometer una tropelía como la que finalmente se llevó a cabo.

Indignación, verguenza, tristeza, barbaridad, acto vandálico lamentable eran algunos de los adjetivos más utilizados para intentar describir lo que pasó el miércoles. Otra palabra más positiva se unía a esta catarata de adjetivos peyorativos: reflexión. También educación era otro término muy utilizado. Otros apuntaban a la recuperación del deporte como juego, en el sentido más lúdico de la expresión.

Se ha hablado mucho de tomar medidas. En este campo, las propuestas eran distintas pero inconcretas en la mayoría de los casos. Se habla de recuperar la cautela y la prudencia, de la violencia como reflejo de una sociedad violenta, de actitudes chulescas y de recuperar la cordura.

Pero la atleta Teresa Urbina, planteaba un panorama desolador: "No hay solución. El fútbol es una mafia. Fútbol y violencia van unidos". Ayer el presidente del Villanueva de Córdoba se empeñaba en darle la razón. El dirigente del próximo rival del Mérida arengaba a su afición recordándoles "el maltrato y la encerrona" sufrida en la capital extremeña, pidió la máxima "presión contra el rival" y acusó a los emeritenses de haberlos tildado de "rastreros". La rueda empieza a funcionar de nuevo.