Situación límite para el Extremadura en su periplo por la Segunda División. Los azulgranas están al borde del precipicio después de no haber sabido tomarle el pulso a la nueva normalidad tras la reanudación del campeonato, donde no ha sumado ninguna victoria en los cinco partidos disputados. Tres empates y dos derrotas, curiosamente todos los puntos logrados lejos del Francisco de la Hera. Tres puntos insuficientes para que las matemáticas se pongan de su parte. Ganándolo todo (quedan seis partidos), el Extremadura sólo podría aspirar a 52 puntos. Si la permanencia virtual suele oscilar en los 50 puntos, necesitarían los de Manuel Mosquera, al menos, cinco victorias y un empate en los seis encuentros restantes. Más que un milagro.

"Entiendo que mucha gente piensa que no llega con esto, pero quedan 18 puntos y tenemos 34. Si los ganamos darían 52. Necesitamos una victoria para abrir la ventana y creer que lo vamos a conseguir. Este equipo no se va a rendir y nos vamos a agarrar a la competición hasta el último día", dijo Manuel Mosquera tras el último empate en Fuenlabrada, un partido que había sido catalogado de última bala para engancharse a la permanencia. Los resultados en esa jornada no acompañaron y el Extremadura se descuelga a siete puntos de la salvación.

Así las cosas, todo lo que no sea ganar este miércoles al Racing de Santander en el Francisco de la Hera sería certificar prácticamente un descenso virtual. El Racing está mucho peor que los azulgranas, cuatro puntos por debajo. Ni sumándolo todo le garantiza que pueda salvarse. Por eso, ante un rival que está prácticamente desahuciado, ya no hay excusas para que los de Almendralejo se reencuentren con el triunfo.

Claves

Claves¿Qué le he ha pasado al Extremadura durante la era post-covid-19? Para empezar, lograr esa primera victoria que lo enganchara a la pomada. La rozó en Elche, en el primer encuentro tras la reanudación, pero aquella tarde en el Martínez Valero el equipo se quedó sin fuelle y Manuel no agotó cambios. Después, vino la tediosa tarde ante el Albacete, donde el Extremadura hizo el peor partido que se le recuerda de su historia más moderna. En Málaga, el Extremadura también rozó el triunfo, al igual que en Fuenlabrada, pero en todos los partidos al cuadro de Manuel le ha faltado una pizca más de calidad y frescura para decantar la balanza a su favor en los instantes finales.

Tener una plantilla relativamente corta tampoco ha ayudado. Manuel apostó por ella sin saber que la competición sufriría este revés por el virus y, evidentemente, esas circunstancias han terminado favoreciendo a las plantillas más largas en partidos de cinco cambios.

La cantera tampoco ha sido protagonista en este sprint final. Sólo han debutado dos jugadores del filial en este tramo de liga: Manu Mosquera, que lo hizo en Elche; y Kike Carrasco, que lo hizo en el último envite ante el Fuenlabrada. El jugador almendralejense hizo muy buenos 15 minutos y estuvo a punto de hacer un golazo para la victoria. Quizá le haya servido para tocar la puerta de más minutos ante la falta de rendimiento de otros jugadores del primer equipo.

Y otra de las claves ha sido la falta de revulsivos en ataque. Todo el arsenal ofensivo azulgrana se ha basado en la aportación de Alex Alegría y el corazón infinito de Zarfino, pero no ha habido relevos de garantías para poder cambiar el rumbo de los encuentros y eso lo ha ido pagando el Extremadura.

Aún así, los de Almendralejo todavía guardan un bote de oxígeno más que tendrán que apurar en estas tres semanas. El miércoles juega un partido decisivo. Ganar o morir. No habrá más.