La final de la Liga de Campeones también fue un poco-bastante extremeña. Miles de seguidores de la comunidad autónoma incluso viajaron a Lisboa para seguirla, con o sin entrada. La proximidad de la capital portuguesa facilitó un éxodo que fue importante. Especialmente llamativa fue una bandera verde, blanca y negra que se ondeó en la céntrica plaza de Rossio durante buena parte de la jornada.

Por descontado que el gran encuentro también se vivió muy intensamente en Extremadura, en todos sus ciudades y pueblos. Todos eligieron su modo predilecto para verlo, preferentemente en compañía de otros aficionados del mismo equipo, aunque hubo deportividad y muy buena convivencia. Los bares hicieron su agosto en mayo y volvieron a ser el epicentro principal.

Toda la vida social se vio condicionada por el acontecimiento. En un sábado muy propicio para bodas, en muchas de ellas hubo que instalar expresamente pantallas para que los invitados no perdieran detalle.

El madridismo se percibió como mayoría, pero los atléticos también se multiplicaron y vivieron con muchísima ilusión un día histórico. Al final unos ganaron y otros perdieron, pero la belleza una noche impregnada de fútbol por los cuatro costados resultó incuestionable. Tardará mucho en olvidarse.