Pertenecen ambos a una estirpe en extinción, la que se podría denominar como la del ´entrenador lenguaraz´. A Fabri González y Fran Nacarino, técnicos del Mérida y el Cacereño respectivamente, se les entiende de maravilla. El primero ha entonado ya un par de veces el ´mea culpa´ por la preparación de su equipo y también ha cargado contra el club por problemas de comodidad en su autobús. No está mal lo que nos aporta el veterano gallego, aunque se juegue el puesto de trabajo, pero su independencia queda fuera de toda duda. El caso de Nacarino no es menos particular: se mete en cualquier charco que el periodista le invite a entrar y se explaya a conciencia sobre los más variopintos temas con una libertad tan plausible como suicida. Como sucede con Fabri, todo lo que dice es inteligible, lo cual es muy saludable. Uno lo hace desde la madurez y el otro desde la inexperiencia. Pero ambos casos valen: ya está bien de rendir culto al tópico y al miedo en el mundo del deporte.