Anda Ismael Díaz, entrenador del Cacereño, demasiado nervioso en las últimas semanas. El técnico asturiano, inusualmente alabado durante meses, no parece haber digerido bien la crisis de resultados de su equipo y busca unos culpables a la situación que en modo alguno encontrará ni en los periodistas ni en el público cacereño.

Ismael es un tipo que se ha dejado querer desde que llegó, independiente

mente de que, con buenos resultados, todo sea más llevadero, las críticas casi no existan y nunca aparezcan unos fantasmas que, a lo que se ve, sólo parece divisar ahora él.

El técnico del Cacereño argumenta que el equipo es más valorado en cualquier sitio del territorio nacional que en la propia ciudad, algo que sorprende extraordinariamente. La perla , una de las muchas de las últimas semanas, es injusta, tanto como sería no calificar de sobresaliente su propio trabajo en liga. El y sus jugadores han recibido constantes reconocimientos, circunstancia que yo al menos no recuerdo que haya ocurrido con nadie en Cáceres en los últimos años, incluso con equipos que han ascendido.

Amigo Ismael: haga caso a su admirado Jorge Valdano, ponga un poco de orden en su cabeza y vea con naturalidad lo que opina el periodismo. Quéjese, mejor, de los árbitros, que esos sí parece que le restan puntos o, quizá, de sus propias decisiones.