Está entre las más laureadas deportistas extremeñas de la historia, muy posiblemente la que más, pero ello queda en mera anécdota. La arquera Fátima Agudo, natural de Zafra y cacereña de adopción, donde es Hija Predilecta, se siente estos días sobre todo enfermera, profesión que desarrolla desde hace 30 años, pero no puede ejercer como tal desde hace una semana. El motivo, haberse infectado de coronavirus.

Confinada en una habitación de su domicilio familiar, Fátima Agudo relató ayer a El Periódico Extremadura su experiencia conteniendo a duras penas la emoción, pero dándolo todo en su sentido relato porque, dice, su idea es volver «lo antes posible a estar ahí, al pie del cañón». Más que por ella, que dice sentirse cada vez mejor, por los sanitarios y pacientes que tan al límite se encuentran en el Hospital San Pedro de Alcántara de Cáceres.

La deportista extremeña explica en su punto de vista tan cercano: «He vivido momentos duros en mi trabajo, cuando empezó todo. Hace diez días tuve que ir a reforzar a la planta que empezó a tener los múltiples casos de la enfermedad. Quería ayudar a las compañeras en lo que era un hospital de campaña… no sé cómo decirlo, una guerra activa con demasiado trabajo y muchas cosas por aprender y manejar, una situación inestable, con informaciones contradictorias sobre qué hacer o qué no hacer. Ha sido duro, muy duro».

En el momento culmen del testimonio que ofreció a este diario, con la profundidad de su sentimiento transmitiéndose a borbotones desde la línea telefónica, cuenta: «Tuve la mala suerte de contagiarme, no sé si en el hospital o fuera de él, me imagino que debe haber sido dentro. Ahora como enfermera estoy impotente. No tengo síntomas graves, pero estoy pasándolo mal por no poder ayudar y estar al pie del cañón con mis compañeras y arrimando el hombro».

«Yo querría estar ahí, intentando sacar adelante a la gente que lo está pasando tan mal». Para Fátima Agudo, «el confinamiento en casa es duro, pero no por los síntomas, sino por no poder ayudar. Tengo el miedo de que no se contagie nadie más en mi casa, pero estamos tomando las medidas oportunas. Aquí estoy aislada en mi habitación, mirando a mi familia a dos metros y haciendo lo que se puede para tirar para adelante», recalca emocionada.

El automensaje es no menos diáfano. «Aquí estoy, intentando recuperarme lo antes posible. Espero que solamente sean los 15 días que dicen los expertos que puede durar. Mi médico de cabecera está pendiente de mis síntomas y, como no son muy graves, espero superarlos en el menor tiempo posible y volver al trabajo. Supongo que después estaré inmunizada, pero no lo sé seguro porque las informaciones son contradictorias. Espero que los expertos sepan transmitirnos todo muy bien». Y el mensaje es claro para la sociedad en general, por supuesto: «Que la gente se siga quedando en casa. Que también hay que ayudar a todos los que están ahí, no solo al personal de los hospitales, desde médicos hasta la limpieza, sino a las fuerzas de seguridad del Estado y la gente que hace que podamos llenar las neveras. Hay que dar un aplauso a todos ellos».

Ella, inasequible al desaliento, luchadora y tenaz, sigue haciendo algo de ejercicio para mantenerse fuerte en lo físico y en lo mental. Su espíritu, el que tantos títulos le ha reportado, continúa latente. Muy latente.