Roger Federer dibujó ángulos inverosímiles, forzó la máquina en los momentos clave y sentenció al chileno Fernando González con un genial y majestuoso golpe de revés para ganar por tercera vez el Abierto de Australia, sin ceder un solo set.

El suizo mostró de nuevo su calidad de número uno para vencer al mejor González de sus diez enfrentamientos por 7-6 (2), 6-4 y 6-4 en dos horas y 21 minutos, después de salvar dos puntos de set en el décimo juego de la primera manga.

Federer recibió un cheque por 766.305 euros y González otro por la mitad. Al final del partido, el número uno acudió a la silla de Fernando para consolarle y felicitarle por su actuación este año, deseos que reiteró después en la entrega de trofeos.

Nadie desde el sueco Bjorn Borg en Roland Garros en 1980 se había hecho con un Grand Slam sin dejarse una manga en el camino. Borg lo había hecho antes dos veces mas, en 1976 en Wimbledon y en 1978 también en París. En Australia, solo Ken Rosewall, en 1971, hizo lo mismo, aunque sólo disputó cinco partidos porque el cuadro era entonces de 64 jugadores, en vez de 128, y además estuvo exento en primera ronda.

LUCHA INUTIL Era la segunda ocasión en la que un chileno disputaba la final del Abierto de Australia, y como Marcelo Ríos en 1998 ante el checo Petr Korda, González también cedió en tres parciales.

En busca del mejor toque posible, el chileno cambió de raqueta dos veces durante el primer set. Luchó sin desmayo utilizando incluso golpes de squash, cortados, para cerrar ángulos, y tras ser él el primero en romper, en el noveno juego, tuvo dos oportunidades de cerrar este parcial con su saque, algo que no logró para perderlo lastimosamente cuando Federer utilizó su volea y un revés para anularlos.

Dos juegos después, Fernando González rodaba por los suelos en una aparatosa caída, salvaba cuatro puntos de sets y cedía este acto por 7-2 en el desempate después de 65 minutos.

El chileno pidió después la visita del fisioterapeuta en la pista para recibir masaje en el hombro derecho que había forzado al máximo con sus conocidas y rabiosas derechas.

Y ahí se acabaron sus esperanzas porque el mejor Federer apareció después, con ganas de acabar cuanto antes la contienda, forzando a Gonzo a buscar los laterales con su revés liftado, allí donde están colocadas las macetas con flores, y quebrando en el séptimo juego para ganar esa manga en 38 minutos.

Federer demostró que estaba absolutamente concentrado cuando de su boca salió un "no es justo" al mandar la juez de silla francesa Sandra de Jenken repetir el primer punto del tercer set, tras consulta al "Ojo de Halcón", y considerar que había que conceder a González el beneficio de la duda ante un golpe ganador del suizo.

Jenken fue testigo también de la maestría de Federer al poner punto final al partido con un majestuoso revés en paralelo durante un intercambio, tras el que Roger se tumbó en el suelo.