Si la barra de medir grandeza fueran los Grand Slams, hoy en la final del Abierto de Estados Unidos Rafael Nadal y Novak Djokovic romperán su empate de este año, en que el rey indiscutible de tierra batida ha vuelto a ganar Roland Garros (su octavo título en París y su duodécimo grande) y el serbio se ha coronado por tercer año consecutivo en Australia.

Si el parámetro fuera la clasificación, Nole, ha sido al número uno al menos unas semanas más al regresar a la final que el año pasado perdió con Andy Murray, podría verse como el mejor del 2013.

La grandeza, no obstante, no solo está en los números. Pero no será quien lo diga Nadal, siempre sabiamente elusivo en valoraciones comparativas, aunque su año ha sido ya el mejor del circuito, pase lo que pase hoy (a partir de las 23.00 horas en España) en la central Arthur Ashe. Tras los problemas de rodilla que le impidieron viajar a Nueva York el año pasado y a Australia al inicio de este, su regreso ha sido triunfal. Y salvo por su inesperada salida en primera ronda en Wimbledon (su primera en un grande), la temporada es radiante: finalista de 12 de los 13 torneos que ha disputado, ganador de nueve títulos y con 21 victorias y ninguna derrota en pistas duras. Lo que es mejor: es un tenista con confianza renovada, que explora nuevos caminos como rebajar el foco en el saque para ganar más opciones en el segundo golpe.

Es, ante todo, alguien que rebosa felicidad. Estaba radiante el sábado tras ganar en tres sets la semifinal contra Richard Gasquet. Y confiesa el estado de gracia. "Me hace realmente feliz ser competitivo en cada torneo. Me siento feliz de todo lo que ha ocurrido desde que he vuelto. Estoy feliz y agradecido a seguidores, equipo, familia y todos los que me han ayudado. Sin ellos todo sería mucho más complicado" .

El último paso que le separa de otra alegría y del título que ante Djokovic ganó en 2010 y perdió en 2011, el año más triunfal del serbio, es un encuentro que sabe complicado. Se enfrenta "al rival más difícil que podría tener" y no duda en reconocer, con una sonrisa tan grande como la honestidad de lo que dice, que "preferiría jugar la final contra otro".

Los analistas han visto señales de nerviosismo en el juego del número uno en Nueva York. Su año definitivamente ha sido más débil que el de Nadal, con solo tres títulos, aunque uno de ellos Australia. Pero no será Nadal quien minusvalore el peligro ni el talento ni quien menosprecie a alguien que "no parece muy nervioso si juega tres finales de grandes este año y una semifinal".

Es más, después de que Nole ganara a Stanislas Wawrinka en cinco sets una semifinal que por juego bien podría haber perdido, sabe Nadal que Djokovic "hará una lectura muy positiva" de ese triunfo in extremis. Recargará confianza. Y "saldrá al 1.000 por 1.000". Queda solo esperar "que lo que venga del otro lado no sea ultrabrillante".